"VIVIR PARA VER"-PRÓLOGO-Lo que aquí me he encontrado es una especie de opus literario, que nos va desgranando como si de una ópera se tratase como el ser más elevado y depravado del conjunto de la escala evolutiva, va sumiendo al supuesto Edén que aquel que es tres en uno le concedió, en uno de los mayores errores de cálculo creativo de la historia de la humanidad, en un modo de existencialismo que, forzosa e irremediablemente devendrá en el alumbramiento del más caótico de los fenómenos del mundo conocido.La obra aquí expuesta por Miguel Ángel (Poeta Namasté) comienza a cobrar vida con una escritura que, musicalmente hablando guardaría similitud con un Adaggio en el que la melodía está sumergida en una profunda tristeza ante la pérdida de esas posesiones inmateriales que tan necesarias se hacen para mantener salobre el ser y el espíritu.Nuestro poeta, se nos revela como un ser que soporta la pesada carga de la pena vasta y grave que le produce la observación del derredor que contamina su día a día y por ende el de todos, produciéndole esto algo más que simple dolor, un sentir de duelo que es un manifiesto a voces en las líneas de sus versos.Los pasajes se van sucediendo con una fluidez propia de la más ducha orquesta para traslapar al lector con el cielo de una atmósfera que pulula entre dogmas, creencias y tabúes en comunión con la opresión sufrida por los hijos del disfavor, a los que pareciera echar un cable el poeta, para que no se ahoguen del todo en el sufrimiento diario por sobrevivir.Verso a verso este libro: "Vivir para ver"; alcanza su clímax en un crescendo que poco a poco se va tornando duro, hasta tomar un cariz austero, para acto seguido, descargar desde el punto más alto de esta retórica gradual y ascendente, un feroz ataque que condena al ostracismo a lo meloso y sutil, para lanzar su avalancha verbal sobre estamentos, instituciones y prohombres, poniéndolos en el estrado para que el propio lector juzgue el grado de culpabilidad de este conjunto en la caída en picado que nos depara lo ulterior.Miguel Ángel se nos muestra llegados a este punto como un funambulista que intenta mantener el equilibrio en un paseo por el frágil voladizo de una cubierta que separa el existencialismo, del pensamiento filosófico, de forma que cuando ese equilibrio, es mermado, quizá por lo sufrida que ha podido ser para él la confección de este libro, cosa que a mi entender así ha sido, parece convertirse en uno de aquellos ascendidos en el pedestal de cualquier plaza para escupir al vulgo su verborrea intentando convencerles de que abrazaran su creencia, uno de esos hombres que el pueblo y la historia llamó profetas.Pero no, este poeta no es ningún profeta ni pretende convencer a nadie de nada, solo es un hombre que nos expresa lo que ve ayudándose para ello de la historia, pero de la fehaciente, la escrita, y no de las peroras de ningún charlatán.Cuando esta exposición literaria va acercándose al coda musical, es como si Miguel Ángel una vez salido del armario que le aprisionaba, se soltase la melena en plenitud, desplegando calidad en las líneas, dentro del hábitat de un virtuosismo cálido, cercano, humilde muy humano, pero...eso sí, sin pelos en la lengua.Esta nueva entrega hará pensar y mucho a los lectores, más de uno se cuestionará su estatus, forma de vida y credo, es uno de esos libros que han nacido para colocarlo en una mesa redonda y someter a juicio de valorsu contenido, que dará mucho de qué hablar y pensar, porque aquí señores hay mucha tela que cortar.Alberto Cortés Avellaneda.Un humano más.