About the Book
Creer en uno mismo, porque se intenta deshacer el ovillo enmarañado de las experiencias yéndose a vivir/refugiarse en otro país, siendo elegante, rebelde pero discreto, y sin hacer ruido. Entre tanto, el protagonista se va a la cama con su sueño y se despierta con la realidad. Salen a colación los malos hábitos y esos tipos extremadamente hábiles y listos. Sí, la concentración es la norma: todos estamos aprendiendo todo el tiempo. Y adiós es lo normal; nadie habló de ese otro dolor. La pretensión es irse, no olvidar, porque ni se quiere ni se puede. Le duele la vida, y está dispuesto a alquilarse otra. Hay un narrador que es quién necesita dar con ese sitio, su fortaleza. No quiere hacerse más cruces, es, o fue, corrupto. Aparecen y permanecen firmas como la del Chincheta, un colombiano con su propio cuaderno de bitácora, que no termina de pasar de largo ni hacérsele del todo potable; también aquella extraordinaria jueza Lira, que le aconsejó en la situación más comprometida; y de un modo radical y perverso por ausentes los de su propia sangre, familiares que no lo son, como en la vida misma. Pertenencias... Negar lo desconocido es mirar la nada. También está el resquemor de la pintura, esa Santa de la que avergonzarse, y a su cabeza viene lo de "las mujeres solo son propiedad de los caballeros". Es una lucha por tener la musa y el cuadro, si bien, el Patronato del museo no es gentil, le excluye de la competencia real: no le paga. La dama: es su piel, siempre, aunque tampoco la tiene, más que en su ser accidental.Son rupturas, prácticas discriminatorias. Una supervivencia que comienza más decidida y extraordinaria que nunca, imponiéndose unas condiciones muy estrictas, en plan directivo: detente y firme.El poder que detentan las amenazas son lo suficientemente grandes como para encontrar la justa y necesaria resistencia, que disciplina a quien se protege de los estándares y las nuevas tecnologías, los credos y esos ecos que ni siquiera comparte. Y no sabe exactamente qué busca.No hay toques de locura, contar cómo se evade uno a otro país, ciudades o nacimientos es descubrir, sin cuerpos de élite exquisitos ni maestros: solo. Por miedo. Por no ser padre ni esposo. Porque no tiene ni que encontrar un sustituto adecuado. Algo tan duro como creíble, que destila pesimismo con causa. Y nada parece ser suficiente; más ¿y si no existieran reglas?La violencia, la tortura y la muerte se presentan turbadoramente, planeando esa sombra ejemplarizante del ´hasta dónde llegarías para salvar a alguien´ tan castizo. Todo, con una evidente introspección en la que el mundo real de los corruptos, los traficantes y las violencias justificadas están cuidando de sí mismos, como todos. El cuadro es la prueba: vida, condena.El estigma es una ciudad de provincias española, tan sencillita y sin apenas historia que ni se nombra, y el parecer de Madrid, arrastrado a él, pero donde está el poso es Albien, un lugar bien alto en la Suiza menos alejada y ambigua, así como Beirut (Libia), otro lugar donde pacificar los valores y apaciguar los efectos del estrés y esa lástima caballerosa del estar solo, y lo ilegítimo. También hay otros parajes, como un nuevo barrio en Medellín (Colombia) y otros abastos. Pero como lugar, destacar las instalaciones del Museo Thyssen-Bornemisza, que se convierte en una estancia embriagadora además de una carga. Aunque el Valle del Loira aminora las bestialidades, por cuanto el castillo de Villandry puede conducir al suizo Ródano, habiendo pasado por la embajada de Méjico y citado los órdenes inimaginables del Congo, con el esclavismo del coltán y ese trato a la mujer y la infancia tan poco grato. Claro que, un piano alberga a toda una Santa en su interior, siendo la mesa herida aferrada a un complejo hospitalario; el mismo instrumento, por si solo es la clave: tiene una obra de Zurbarán, robada. Procesar los recuerdos no frena el éxodo, ni el orgullo... El bullicio y su