About the Book
Casi con la misma rapidez que sumamos años a nuestras vidas, los kilos indeseables se pegan a nuestro cuerpo, como si una maldición ancestral nos obligara a estar gordos. Ese sobrepeso nos hace sentirnos pesados, torpes, y hasta dificulta la circulación venosa, mientras que los médicos nos alertan contra nuevas enfermedades relacionadas: hipertensión, cardiopatías, diabetes, artrosis y unas cuantas más. Sin embargo -y he aquí la incongruencia de la filosofía humana-, no es la salud el factor que más preocupa al obeso (aunque la mayoría asegure que sí), sino la estética, la belleza, esos conceptos tan poco definidos que nos obliga a tomar referencias entre los famosos. Ellos son nuestros nuevos dioses, la imagen que nos indica las proporciones que debe tener nuestro cuerpo si queremos que alguien nos considere bello o, al menos, agraciado. Algunas diosas modernas, como ocurre con las modelos de pasarela, son tan delgadas que la mayoría nos parecen enfermas, y con una fragilidad que hace dudar que sean capaces del menor esfuerzo sin romperse en mil pedazos.Tan arraigada está la consecución de la belleza en el ser humano, que en la sociedad de consumo el gasto más importante, después de la alimentación y la vivienda, es el destinado a la estética corporal, en donde incluimos la vestimenta, los cosméticos, perfumes, la peluquería, gimnasios, alimentos de régimen y complementos naturales, visitas a clínicas especializadas y al masajista estético, manicuras, joyas y libros dedicados a mejorar nuestra imagen. Incluso aquellas personas que manifiestan su oposición a caer en ese mundo donde la banalidad está por encima de la espiritualidad, no dejan de preocuparse cuando sus "michelines" asoman provocativos tras esa ropa que justo un año antes les sentaba perfectamente; o cuando tenemos que pasar esa prueba estival que supone mostrarnos en bañador delante de un público heterogéneo. No obstante, es frecuente encontrarnos con personas obesas que manifiestan sentirse felices con sus kilos de más y que no tienen mayores problemas de salud y de bienestar que el resto de la población. Para ellos la felicidad estriba en el mundo y las personas que les rodean, y no consideran necesario bajar de peso drásticamente para alcanzar una estética que, probablemente, no les proporcionará ni un gramo más de alegría. Es más, los múltiples sacrificios y privaciones que deberían soportar, quizá ya de por vida, para mantenerse dentro del peso ideal, no serían justificables por un motivo puramente estético.Paradójicamente, son las personas delgadas a quienes cualquier kilo extra les supone un trauma, un disgusto, enfrentándose desde ese momento a una lucha sin cuartel contra los alimentos, su apetito, y su deseo de mantenerse delgados. Cualquier debilidad con los alimentos sabrosos supone un reproche a si mismos.El resto de la sociedad, por su parte, tampoco tiene piedad con los obesos (y eso que está inmersa en el mismo problema) y dedica mil y un chistes a los gordos, bombardeándoles con anuncios múltiples para que se mantengan sin esfuerzo en su peso correcto y les propone medicamentos, plantas medicinales, dietas, ejercicios y artilugios diversos para ayudarles a bajar de peso. Detrás de ello existe, por supuesto, un negocio montado que mueve más millones de pesetas al año que el que se invierte en mantener la salud. Y es que primero nos presentan los múltiples alimentos que podemos paladear, de sabor y color increíbles, para después, cuando nos han convencido para que los comamos, nos exijan que bajemos de peso y nos controlemos.Por eso este libro no es un libro de dietas (aunque las contiene), ni contiene mil consejos para adelgazar, sino una orientación para comer bien y mediante ello mantenernos en el peso correcto que nos corresponda, y en el cual nos sintamos física y emocionalmente bien. No es un canto a la delgadez ni a la estética, sino a la fortaleza, la salud y la plenitud físi