Lúcido de Alba nos invita... al vacío; aquel sinsabor que llevamos en la espalda, en la necedad de ver sustancia donde no la hay, allí, donde se encierran la obsesión y la locura. Arrojarnos al abismo es tanto la dosis como la medicina. Un lugar donde el amor tiene alas y brújula, y el retrato se vislumbra con los ojos... pero se pinta con la esperanza. Un encuentro íntimo al filo de dos mundos, el que llevamos dentro, y el que existe a pesar de nuestra soberbia. Impulso que abre los ojos en el entorno que lo ha cobijado, atrayendo el paso para habitar el instante presente, reconocerse y "... salir del laberinto". Un encuentro valiente, si bien temeroso, para adentrarse en la pared de la confusión. Ante la disyuntiva, el recurso por absurdo que parezca es embestir el mortero para perderse en el vacío. Volar en el abismo tal vez, y caer también; pero en todo caso surcar las atmósferas de la locura y trascender "la guerra que empieza en el alma". Identificamos los sospechosos únicos, todos al alcance de nuestra realidad y memoria, (nuestras células atormentadas por el tiempo, la búsqueda y el trayecto). Esta guerra no se gana ni se pierde, se vive; y es allí precisamente donde Lúcido parece evidenciar el porqué del trayecto calendarizado... cuál pedazo de pan para atraer cuervos, migajas que evidencian ratas, y los bichos que toman ruta comiéndose uno a uno y unos mismos, sin saberlo.
A pesar del pasar, los días no avanzan... se destilan; el Alma recurre al resguardo, intoxicado este en la mixtura de la incomprensión y el potencial. Avanzando aún, con el coraje apremiante que resulta de sacarse los ojos y ver con el corazón, por aquello de los cuervos que entienden su color y sus alas. Pasan los días en páginas escribiendo vida en la lectura... un esfuerzo que al fin hace escala en el Amor. Irreconocible, ataviado de mujer errante, zapateando el meneo de un tango de hermosura, locura y sanación. El volcán erótico de la mujer que se ha entregado irreconocible ante sí, cocinándose... explotando en el hervor de sus células.
El camino sigue completo, quebrado, repercutiendo ajustes bruscos con pasos certeros, inequívocos. Se intensifica el danzón... mano en mano, en la cintura, exactos en éxtasis con cada latido. En cada trazo... el vaivén compartido y certero, las vueltas incólumes... y las miradas, suspendidas en el infinito. La comunión de seres simbólicos se arroja despreocupada, excitada... ardiendo en el momento. Y cuál acontece con todo compás, el último presagia el silencio eterno: todo empieza, todo termina.
Se anuncia la página final cuál última cena... y se ciñe el ocaso del camino. El paso dado, impregnado en el olfato del todo... huele a amor; huele a vida. Llegará nuevamente la mañana, los latidos humectados, los fértiles compases sin tregua, los respiros de dos que han conocido sus entrañas sin saber quién son ellos mismos, mudos en el Amor... envueltos en el silencio, maravillados ante su concierto, no obstante desgarrados el deseo y el silencio. Cuál genio el Vacío se infla, mañana será otro día.
"Todo estaba vacío" nace en el corazón de Pablo Bobbio, pero encuentra ruta y destino en el nuestro.
Christopher Fred Smith Behn, author.