A lo largo del occidente del Mediterráneo se han descubierto gran número de objetos cuya apariencia o materiales son extraños a las culturas locales, ya sea un amuleto egipcio en Grecia, un vaso griego en África, o miles de extraños amuletos en Gibraltar. Los restos son evidencia de que una gran cantidad de productos fueron alguna vez movidos de un lugar a otro, transportados sistemáticamente y comerciados a lo largo del Mediterráneo por la antigua red comercial de los fenicios. Comenzando en el siglo 13 A.C., y continuando por más de un milenio, esta civilización dominó el más importante cuerpo de agua conocido por los antiguos. Con sus barcos formidables y sus habilidades comerciales, se hicieron famosos comerciando por entre Egipto, Grecia, Roma, Cartago, Cerdeña, España y finalmente hasta el océano Atlántico, estableciéndose como los señores indiscutibles del mar. Los fenicios fueron bien conocidos a lo largo de muchas civilizaciones en todo el mundo antiguo y su influencia se puede apreciar en muchos lugares del occidente hoy en día porque a ellos se les atribuye la invención del precursor del alfabeto griego, del que se derivó directamente el alfabeto latino. Sin embargo, los fenicios dejaron pocos textos escritos, de manera que los historiadores modernos se han visto forzados a reconstruir su pasado por medio de una variedad de antiguas fuentes egipcias, asirias, babilonias, griegas y romanas. No es ni siquiera claro cómo se llamaron a sí mismos los fenicios, porque el nombre "fenicio" se deriva de la palabra griega "phoinix", que se refiere posiblemente a los tintes que ellos producían y comerciaban (Markoe 2000, 10). El misterio de los antiguos fenicios se complica más por el hecho de que los arqueólogos han sido capaces de excavar solo pequeñas secciones de las tres más importantes ciudades fenicias: Biblos, Sidón y Tiro.
Biblos, conocida hoy en día como Jebail, ha sido conocida a través del tiempo con muchos otros nombres: los fenicios la llamaron Gebal; para los egipcios fue Kepen o Kupna; los asirios y los acadios se referían a ella como Gubla (este es el nombre que aparece en el Antiguo Testamento); los árabes la llamaron Jbeil, y eventualmente los cruzados europeos le dieron el nombre de Gibelet. Esta larga etimología refleja la singular importancia del legado de la ciudad, porque Biblos es una de las más antiguas ciudades habitadas sin interrupción que ha habido en el mundo. La ciudad fue mencionada con frecuencia en los grandes archivos de la antigüedad, pero sus orígenes descansan en lo más profundo de la prehistoria. Su localización estratégica, con abundancia de madera para la construcción de barcos procedente de las montañas cercanas, hizo que muchos estados poderosos quisieran controlar el territorio. Con el tiempo, Biblos y el área circundante fueron ocupados por los amorreos, los cananeos, los fenicios, los asirios, los persas, los macedonios, los romanos, los árabes, los cruzados, los mamelucos y los otomanos.
Como muchas otras ciudades del Levante, Sidón ha sido habitada sin interrupción por siglos, y a pesar de las transformaciones traídas por múltiples civilizaciones que sucedieron a los fenicios, la ciudad mantuvo completamente una identidad antigua y un carácter original hasta el período moderno. De todas maneras, mucha de su antigua historia sigue envuelta en el misterio, no solo por la falta de una excavación arqueológica sistemática, sino también porque mucho de su patrimonio se ha perdido como consecuencia de los conflictos y del saqueo de los buscadores de tesoros a lo largo de los siglos 19 y 20. En la actualidad, una gran cantidad de los activos arqueológicos de Sidón son propiedad de colecciones de museos extranjeros. Esto ha hecho particularmente difícil para los historiadores desenterrar, por no hablar de identificar e interpretar, los elementos físicos de la historia de Sidón.