Lo que a continuación se va a narrar, forma parte de una historia estrictamente real, así que tanto los hechos como los personajes, reflejan lo que sucedió. Sacando fuerzas de donde no las había, luchando cada segundo, cada minuto, cada día... pensando que esto les pasa a otros. Pero esta vez me toco a mí. Tuve fe y la razón por eso no paré, ante un caso muy difícil, pero no hay nada imposible en la vida. Busqué la motivación. Sin el abogado, no hubiera podido ser, supo encauzar, en el derecho todas las pruebas y testimonios, que contaba a mi favor. Los testigos también son una pieza fundamental, cuando empujan la balanza hacia la justicia.
Con los pronósticos en contra: el primer abogado que consulté, y especialista en testamentarias, me dijo así en su despacho: "Ha firmado el Notario, no tienes nada que hacer. No me hago cargo de este caso". Después de 4 años el tiempo, le ha quitado la razón, los jueces, en uno de los preámbulos matizan: "la firma del Notario pierde validez, ya que el testador estaba acompañado en la Notaría, de una persona que era empleada en Notarías, y por lo tanto, conocía el procedimiento".
Ha sido un infierno, duro, cruel, humillante, agotador.
"Esa impugnación que has conseguido, y dar validez al testamento anterior, por lo tanto esa última sentencia, es como para ponerle un marco, y guardarla en un museo", es una opinión de un asesor fiscal y laboral, que conocía la historia. Estos 2 puntos de vista, llenan, en parte, el vacío y la angustia sufrida, desde que todo empezó.