Año de 1309, la poderosa Orden del Temple sufre un ataque final, sin precedentes, por parte de las tropas del rey Jaime II de Aragón, en su último reducto en España, el castillo de Monzón.
Los sitiados, consiguen sacar, veladamente, algo de suma importancia para ellos, su bien más apreciado; y también un número indeterminado de documentos de reconocimiento de deuda, así como una importante cantidad de dinero en oro; todo un tesoro.
Siete siglos más tarde, un exagente de inteligencia y su acompañante, siguen también la pista a un hipotético tesoro que bien pudiera tratarse de aquel del año 1309; y que algunas gentes aseguran existe en el subsuelo del casco histórico de la ciudad de Cuenca; una pequeña ciudad de provincias, ubicada en centro peninsular español.
Lo que comienza como un juego de la búsqueda del tesoro, acaba atrapando al exagente y a su joven compañera; ya que consiguen encontrar unos extraños documentos que les indican que puede que no sea tan descabellada aquella vieja historia sobre la existencia de un tesoro escondido en la ciudad. Incluso Demetrio Luján que así se llama el exagente, parece tener la certeza de que, a lo mejor, lo que están buscando, pueda tratarse del mismísimo Grial de la Orden del Temple; algo que, rotundamente niega Lía Lorenzo, la otra protagonista de la historia y acompañante del exagente. La chica es una empleada del Ayuntamiento que regenta una de las oficinas municipales de atención al visitante de la ciudad.
Una y otra vez, Lía Lorenzo le asegura a Luján que es imposible que el Temple haya tenido incidencia alguna en la historia de la ciudad.
Finalmente, y tras peregrinar por distintas localidades, todas reconocidas como santuarios de la Orden del Temple, consiguen entender que, en realidad, cada hombre o mujer, caminan tras su propio Grial en esta vida; e ineludiblemente, su deber es encontrarlo vivan en la ciudad que vivan.
Pero, la aventura más grande a la que tiene que enfrentarse el exagente, tiene que ver con la propia Ciudad Enigma, como él llama a la ciudad de Cuenca. Y, es que el exagente, después de un descubrimiento en su propia casa, algo así como un testamento póstumo que le dejó su abuelo, está convencido de que la Orden del Temple sí que estuvo bien asentada en la ciudad de Cuenca, desde incluso, antes de ser tomada por el rey Alfonso VIII de castilla.
El Temple siempre estuvo en la ciudad; y, además guarda un secreto que Luján no es capaz de descifrar. Incluso, otro personaje le asegura que los monjes del Temple siempre estuvieron incrustados, veladamente eso sí, en el desarrollo de Cuenca como ciudad con la creación engañosa de un priorato. El Priorato de San Francisco, aunque, en realidad, era la Orden del Temple quien estaba detrás de él.