En la cotidianidad, historias se cuentan, narraciones de vivencias que las personas han experimentado que, por las emociones y sensaciones provocadas, impactaron tanto en su vida, que las consideraron dignas de ser compartidas.

Se narran todo tipo de historias, como aquellas llenas de júbilo, esas que desbordaron tanta alegría, que hicieron cantar y bailar de felicidad a las personas que las experimentaron.

Pero también se cuentan aquellos sucesos tan atroces, que se dice que quienes los vivieron, los sufrieron tanto, que grandes suspiros, profundos sollozos, gritos desesperados y lágrimas amargas fueron arrancados de sus almas.

Narraciones tan atemorizantes que, al escucharlas, nos colocan en la situación acontecida, haciéndonos sentir como propia la experiencia vivida por quienes la sufrieron.

Está es una de esas historias, es la narración de varias experiencias de la vida real, de sucesos terroríficos ocurridos en un pequeño rancho agrícola, una finca conformada por unas cuantas casas viejas, algunas de ellas sin contar siquiera con una puerta que resguarde su interior y todas carentes de luz eléctrica.

Ese es Samaria, un rancho lúgubre incrustado en medio de la nada, dónde una mujer muy joven, recién casada, únicamente acompañada de su hija recién nacida, sufrió y soportó sucesos espeluznantes en una noche terriblemente oscura.

En esa noche la penumbra fue delirante, incluso la luna no quiso ofrecer su luminosidad, quizá sabía de los acontecimientos perturbadores que iban a suceder.

Para la única huésped de Samaria, ser una mujer muy joven, estar sola en medio de la nada, acorralada por un ambiente de penumbra y escuchando los sonidos espeluznantes de la noche, intensificó enormemente el miedo que embargó su ser.

El temor le provocaba una angustia sofocante, así como una sensación de desesperación que la dejaba sin aliento; con frecuencia trataba de aminorar su ansiedad frotándose el pecho, sin tener éxito, el miedo en ella se desbordó y sentía no soportar más, literalmente la ahogaba y a punto estuvo de llevarla al desmayo.

Miedo, terror y desesperación fueron la constante durante toda su experiencia en esa noche, sentimientos causados por sucesos extraños y desconcertantes, que literalmente tuvieron su alma sumergida en un océano de tormentos inigualables.

Pero no solo pasaron cosas extrañas esa noche, diversos sucesos sobrenaturales ocurrieron en días posteriores y con certeza puede afirmarse que no fueron cuestiones imaginarias de la joven madre, pues la siguiente noche y estando acompañada de su esposo, situaciones perturbadoras volvieron a ocurrir.

Lo mismo que al siguiente día, cuando a plena luz del sol y estando acompañada de su esposo y unos vecinos, experimentó nuevamente hechos aterradores, los que todos sus acompañantes presenciaron con gran asombro.

Lamentos profundos, llantos tormentosos, sollozos llenos de dolor, aullidos y quejidos aterradores, sonidos de la noche abrumadora, son los sucesos que se describen en las historias que en la cotidianidad se cuentan.