Juan Trigos escribió esta monumental obra de Hemoficción para aquellos que gozan de la imaginación sin censura. Jóvenes y adultos que están interesados en conocer dónde y cómo viven, poniendo en tela de juicio los cánones existentes de relación social en el más amplio sentido. Yo digo que soy yo, pero quién sabe, abre una puerta por encima de convenciones y clichés. Quien atraviesa esta puerta imaginaria que introduce en una realidad delirante, accede a una dimensión lateral que golpea. La puerta desaparece cuando el oyente está dentro del teatro y es envuelto por esta originalidad contundente que carece de retorno. ¿Qué busca Juan Trigos en Yo digo que soy yo, pero quién sabe? Identidad. De ahí el título que abre la duda y al mismo tiempo afirma sobre la posibilidad de conceptualizar sin en seguida arrepentirse de lo asegurado sobre sí mismo momentos antes. Se trata de hallar, a lo largo de infinidad de páginas plenas de poesía y profundidad, el ser verdadero del autor y por reflexión expansiva la del lector. En esta búsqueda, como Strinberg que iba en pos de Dios y sólo encontraba al diablo, el autor busca claridad de conciencia y siempre encuentra confusión e inconsciencia. Juan Trigos escribe esta gigantesca obra de Hemoficción a la manera de la comedia del arte. Cuatro personajes se convierten en muchos más. Dos de ellos, los Siameses, son producto de la ilusión de los otros, padre y madre, Juansonrisa y Primancianita. Desdoblamiento que hurga en pos de sentido en el presente y en el pasado para revelar la identidad volátil de los dos personajes vivos y los dos imaginarios. Juansonrisa y Primancianita son marido y mujer realmente, pero se comportan como si sus lazos fuesen mentira. Ambos son adictos al alcohol y a la marihuana, modo de permanecer juntos y en supuesta armonía, siempre inventando historias dramáticas que interpretan de modo doméstico. Juansonrisa quizá ama a su esposa pese al odio que vacía su alma. Está atado en una relación emocional que no le permite respirar libertad. Ambos viven la fantasía de que son actores y en realidad se trata de doblajeros. Inventan que son padres y ella da a luz a dos siameses también ilusorios. Los cuatro representan la vida cotidiana en un teatro también ficticio, teatro de Hemoficción. El tiempo madura en Yo digo que soy yo, pero quién sabe como manzana que permanece verde y amarga.