Asistir al Teatro Completo de Miguel Torrence es ante todo un acto memorial y de justicia con el teatro valenciano y venezolano. No obstante, debemos decirlo, no solamente con estos, antes bien ha sido el cumplimien-to de una falta con toda una generación que forjó el espíritu local de las artes escénicas, por no decir una gran sudestada a la que equívoca y despecti-vamente se dio por llamar Teatro de Provincia. La figura en cuestión: Teatro de Provincia, que fue usada más del tiempo debido, fue una metáfora de recelo que el teatro caraqueño instaló desde su deseo simbólico más fuerte tratando de erigirse como único tótem teatral. Singularmente este no fue un hecho aislado, respondió (y responde aún) a la atmósfera cultural que se troca en el peligroso mote: Caracas es Caracas y lo demás.... Y aunque a decir verdad rindió sus frutos, no por ello un cuerpo de hombres y mujeres realmente gigantes dejaron de emprender la titánica tarea de ejecutar el difícil y complejo oficio del teatro. Miguel Torrence inicia sus trabajos teatrales en el año de 1956 de la mano de Eduardo Moreno junto a la Asociación Carabobeña de Arte Teatral (ACAT) de allí nacieron un cúmulo de trabajos y experimentos que fueron paulatina y periódicamente forjando no sólo el ámbito de una experiencia escénica innovadora sino también la pasión por la formación del intelecto y el conocimiento. Sin más ni más, se puede afirmar que Miguel Torrence es his-toria teatral viva. Así que la disciplina, la constancia han sido los signos que forjaron una de las trayectorias más brillantes y talentosas del país.Todo el teatro que ha hecho ha sido fruto y producto de algo más que un proyecto. En efecto esto es ampliamente confirmado, pero también cabe de-cir que ha significado para él su vida y su dedicación, su constancia y su dis-ciplina. Independientemente de estos avatares que inundan la cotidianidad parece necesario encontrarse con un Torrence que arroje pistas a la luz de una perspectiva científica. Modelando un teatro épico, un teatro de su era científica, un teatro contrariamente aristotélico (que es lo que parece caber en América Latina). Si bien el anecdotario que recubre gran parte de su expe-riencia escénica (como todo hecho teatral) es de cuantiosa valía, no por ello debe ser menos significativo adentrarnos en el común de un análisis a pro-fundidad de los hechos. Debemos decir que en este momento, nuestra pretensión no es ahondar hasta lo último de su obra, sino simplemente presentar la entrada a lo que posteriormente será un cuarto volumen y que acompañará al Teatro Com-pleto del autor en cuestión. Este último tomo intentará ser el dilatado estu-dio de una época, de un tiempo y de una historia. Historia que (dicho sea de paso) se ha contado, o bien a retazos, o bien en escala tan fragmentada que poco de ella resulta rescatable. Y no hacerlo sería extraviar un fragmento de nuestra discursividad estética.En este volumen de entrada presentamos las primeras obras más impor-tantes en la trayectoria dramática de Torrence; El castillo o historia de un hombre solo (1966), Experimento N° 1 (1967), Apocalipsis (1970), Antígona 2000 (1975), El otro Colón (1976) y El origen de esa especie (1980) a estas se sumarán posteriormente lo que yo llamo la saga de las señoras, su teatro histórico, y las Historias constitucionales...