La gente del libro, como se la llama a los
nativos de Harran en Turquía, creían que el número 3
no existía, y que dios en un acto de desesperación
por no poder mirarse tuvo que crearlo, para fingir en
él su rostro.
El templo centro de la ciudad latina era lo
primero que el trazado urbano evocaba, centro focal
del mismo, en su plinto o herma concluían todas las
vías áureas, a modo de rayos de sol que surgían de
este centro cúbico, descanso eterno del héroe y del
ave del augur, Rutilo Namaciano entonó su hermoso
himno:
Hiciste de las diversas patrias, una
Urbe histe de los que era solo orbe.
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Roma, patria común exclama Seneca, es por lejos el
modelo de la ciencia de la arquitectura y de la
apoteosis del geómetra. Mucho del simbolismo de
los templos antiguos lo encontramos en Roma en la
figura arquitectónica del Templum, que ocupara el
centro de la ciudad y del modelo griego de templo
que es anterior, a Roma el Megarón, estas cajas de
arquitectura cumplían en si la rutina de la axialidad
para coronar la cadencia del arco solar, del tiempo
estos templos van a compartir parte de la ciencia de
la luz y el arco diurno, como también una métrica
común cuyo lenguaje es el modulo de arquitectura,
donde el número se hace carne y cuerpo
arquitectónico.