Prólogo por Roberto CignioniNo es aún la carne extenuada la que se posa en un nombre imperecedero
Ni una frágil y afiebrada frente aquella que sueña en las plegarias del amor
Ni es alguna de las palabras conocidas la que toma para sí la respiración de la tierra
Hasta enseñar la pequeñez del hombre en la intemperie irrevocable

Sólo el resplandor azaroso de un camino a tientas que nada recoge y jamás arriba
Para que al vagar tú y yo no dejemos de encantarnos.
Menos rendidos bajo el sol estival.
O los bruscos vientos desatados.
Que esos marmóreos monumentos a los que el tiempo y la ironía
Derrumban sin piedad sobre una página de historia.

Tú y yo pintando aún los arroyos y los valles
Con la mirada de asombro con que celebraban
A la hora de cualquier juego
Los vastos países de nuestra infancia

No es todavía la distancia del Cielo aquella que ha estallado entre los hombres

Ni es alguna azotada conciencia la que despide en secreto los brotes del porvenir

Ni son las manos dolorosas del amante las que pierden ahora la adorable caricia
Que alguna vez dibujó un mañana sobre el rostro más querido

Tan sólo la atención silenciosa de una sombra a cuestas
Que nada busca y por nadie responde
Para que al hablar tú y yo volvamos a extraviarnos
Más enteros bajo la epidemia de símbolos
O los bruscos vaivenes de la negación
Que esos sabios ilustres a los que un pavor fugaz
Despierta abruptamente entre las fórmulas de la confianza

Tú y yo obrando aún la indiferencia de Dios
Con el aliento con que ascienden a la hora de cualquier poema
Las albeas imágenes de nuestro olvido

Oh no es aún esta carne inmóvil entre ropas agujereadas
Ni estos ojos lívidos asomados a mil crímenes familiares
Ni el minúsculo puñado de arena que se guarda en un espíritu roto
Aquello que desploma la visión hasta su sombra entera
Sino este canto abolido entre los labios de la avidez
Que niega a los horizontes su única herencia
Para las claras vertientes y los surcos abiertos

Mientras el pesar descubre la fragilidad de los dioses
Y vuelve a exponer la vergüenza de ser hombre
Entre todo lo que las cosas yerguen sin verdad

Oh no son todavía las paciencias hermanas de los astros y el polvo
Las que embeben nuestros cuerpos bajo la canción inconsolable

Las visiones serían bellas a quien supiera imaginar
Y el fluir errante de los hechos abriría nuevos cauces
Aquel que ya abrazara la vida sin misión
Alcanzado por el fugaz destello de unas gracias lejanas
O por la más honda frescura de un cuerpo sin ropaje

Las visiones serían bellas y nuestros rostros despojados
Si no devastáramos al amor con palabras esplendorosas acerca del amor
O al porvenir bajo el paso presuroso por una luz del porvenir

La vida se alumbraría sin modelo ni pretensión
Como la amistad imprevista de ciertas voces bajo la gravitación de unos sucesos
O el choque doloroso de las ideas en la fatal encrucijada

La vida y nosotros sin el jadeo por las libertades prometidas

Ni por la plegaria lista a sellar los agujeros de la mente

Tú y yo construidos de encuentros entre las soledades que se abren visibles de no saber
Y convidados al día por la imposible esperanza