Es "Sed" una apasionante novela urbana de postguerra, en la línea del mejor realismo literario de narraciones como "La familia de Pascual Duarte", de Cela, o "Los santos inocentes", de Delibes. Una auténtica obra maestra que, con buen ritmo y enorme crudeza, salpicada siempre del mejor y más inteligente humor, nos narra la ansiedad de un hombre en un estado de fuga perpetua. Son muchas las cosas que le persiguen y de las que huye: las sombras de la guerra, un crimen, un incesto, un entorno rural que le agobia y un mundo urbano que le rechaza. Un hombre sediento, extraño y solitario -humano, por tanto-, martirizado por el ruido y la luz, las tinieblas y el miedo, como ecos imborrables de la guerra civil y sus inmediatas consecuencias, y al que todo le acecha: símbolos, luces, colores, cruces y ... "ruidos, rugidos, bramidos, sustos, temores... Paco, saco, caco, maco, marco, franco. Romero, ropero, rodero... toro, todo, modo, jodo... Destellos y reverberaciones que se clavaban en sus ojos en un continuo trazar de rectas, de líneas radiales que le asediaban". Sabedor de que la soledad solo engendra tentación, deambula por entre las sombras de una noche que siempre intenta sorprender a la ciudad en busca de infelices a los que deslumbrar. Pero "Sed", es también la historia de un hombre consciente de que los sonidos y los colores son siempre limitados, y que para todos resultan molestos los ruidos estridentes y las luces excesivas y radiantes... Y, sobre todo, de que solo algunos elegidos, como él, han conseguido cruzar la línea que separa a las muchedumbres estúpidas de los elegidos. Porque tiene la seguridad de haber dado con la clave: todo es al revés. Rafael Moya Valgañón (Córdoba, 1938), licenciado en Derecho, funcionario del Ministerio del Interior y abogado, se formó en un ambiente familiar culto. Su padre, Augusto Moya de Mena, fue poeta y catedrático de literatura, e inculcó a sus siete hijos el amor y la afición por las letras. A él va dedicada esta novela, cuyo título es deudor de su poema "Cómo barcos de papel", íntegramente reproducido en el epílogo. Para lecturas-hispanicas resulta un auténtico honor el privilegio de sacar a la luz, tanto el citado poema (de 1957) como esta narración de juventud de Rafael Moya, dos auténticas obras maestras, cada una en su género.