El Romancero viejo está formado por romances anónimos, compuestos entre el siglo XIV y el siglo XVI. Los primeros romances tienen su origen en el cantar de gesta y cada uno de sus versos estaba dividido en dos partes -o hemistiquios- por una pausa -o cesura- con una sola rima asonante.
Como la fórmula del romance gustaba mucho al público, los juglares empezaron a componer otros en los que daban noticias, recogían leyendas populares, batallas, crónicas históricas, etc.
Los romances son poemas de lenguaje sencillo y en ocasiones los juglares dejaban la acción interrumpida para dar mayor misterio a sus narraciones.
En el Romancero viejo algunos poemas tenían inspiración morisca, como el que narra cómo en el año 1431, el rey Juan II de Castilla llega ante Granada junto al infante moro Abenámar, a quien había ofrecido el trono de este reino, la ciudad se rinde y el infante es reconocido rey.
También se relatan historias trágicas como la del Romance del conde Alarcos, que resumimos en este fragmento del poema:
Prometistes a la infanta
lo que ella no os pedía,
de siempre ser su marido,
y a ella que le placía.
Si a otras cosas pasastes
no entro en esa porfía
Otra cosa os digo, conde,
de que más os pesaría:
que matéis a la condesa
que así cumple a la honra mía:
echéis fama que es muerta
de cierto mal que tenía,
y tratarse ha el casamiento
como cosa no sabida,
porque no sea deshonrada
hija que tanto quería.
La condesa muere estrangulada, pero antes de morir lanza un maleficio que acaba con las vidas del rey, la infanta despechada y su propio marido. El Romance del conde Alarcos es uno de los más célebres del Romancero viejo, tiene versiones de numerosos autores. Entre otros cabe citar a:
Guillén de Castro,
Félix Lope de Vega,
Antonio Mira de Amescua
y José Jacinto Milanés.