Nací en un pueblo hermoso, lleno de colores y puestas de sol que me infundían mucha inspiración. Pero con el tiempo la madurez nos fuerza a abandonar el nido, y salir de casa para poder hacer cosas buenas por otros y lograr demostrarse a uno mismo que "hay más felicidad en dar que recibir". Así, salí de casa a los 18 años, listo para aprender y seguir contribuyendo a que los demás puedan disfrutar de lo mejor que uno pueda dar. Mi mente se centró en ayudar en un pueblo pequeño, lleno de gente de buen corazón pero aún así, me llegaban momentos de depresión y recuerdo escribiendo las primeras ideas del poema El tiempo y su vendimia (pág. 7) son las claras dudas que embargan a cualquiera que piensa en la fugacidad de la vida. Pueda que sea extremado pensar en que, en poco se van los años, pero la verdad es que no es para menos, pues vemos el pasado y solo recordamos lo pobre que fuimos en deseos; en querer sacar más partido a ese tiempo, o haberlo malgastado. Ahora, solo queda el penar de recordar, pero lo bueno es que nunca es tarde para poder sacar provecho a las lecciones de la vida. Mi padre siempre dijo que las mejores enseñanzas se aprenden a las malas. Creo que sí, es tan cierto como la duda de lo que pueda ser el futuro. Ese es el concepto que plasmo en este poema, es por la frustración misma de mis memorias, pues estuve más de cinco veces cerca de la muerte en mi juventud, y esas experiencias me hicieron sentir lo vano y fugas que es la vida, pero no me estanqué en la desdicha de perecer, sino en la posibilidad de lo que puedo llegar a ser. Aprendí que hay que aprovechar el tiempo para que nuestro presente sea una historia que compartir, no una noticia que lamentar. Por ello, mi mas grande historia se empezó a escribir en mayo del 2015, mes en que estaba ayudando en el pueblo lejano. Pero siempre la ayuda extra es buena y habían venido muchos amigos a apoyarme pero en esta ocasión llegaron unas jóvenes, Jessica y Tania. Ambas hermanas carnales, deseosas de apoyar donde había más necesidad y gracias a mi Dios que pudieron hacerse disponibles para echarnos una mano. Me tocó ir por ellas, pues llegaban de largo y debía de servirles de guía, aunque no de guía turístico. Jessy me encantó desde el mismo inicio, ella era seria pero le encanta reír, es centrada y sabe esperar a la hora de hablar. Tania es más hablantina, pero son un par muy genial, ambas dispuestas a hacer sacrificios, los cuales rápidamente los lugareños apreciaron. Sus rostros siempre mostraron gentileza y mucha bondad con cariño. Durante ese tiempo, se pudo ayudar a varios, en los dos meses que ellas estuvieron, pero estos meses me fueron suficiente para saber lo bella que es Jessy. Muy educada, siempre dándose su lugar, respetuosa y agraciada y con mucho deseo de ayudar, para mi, era una excelente compañera. Para este tiempo mis deseos eran conocerla más, pues entendía que en poco no se forja una amistad. Así que, con lamentable penar tuve que despedirme de ellas. Recuerdo esa ocasión, fuimos por sus maletas, eran las 4:30 de la mañana. Con ayuda de un joven amigo les llevamos sus cosas hasta la estación del bus que no distaba de su hospedaje. Nos tomó unos cuantos minutos subir todo el equipaje al bus, estaban pesadas sus maletas, creo que por ser mujeres siempre llevan de más. Pero lo más pesado era verlas partir. Jessy dejó un vacío que no había experimentado. Aunque no hubieron lágrimas el sentir duro muchos días, aunque pude seguir comunicándome con ella. Durante el tiempo que pasé en contacto con ella, muchas historias pasaron, recuerdo que cerca donde viví, un volcán majestuoso, que se impone en el paisaje, por unos meses estuvo retumbando. Recuerdo que fue espectacular verlo de lejos hacer su alarde de fuerza, que gracias a Dios no fue tan grave pero me inspiró a escribir el poema Lluvia de fuego (pág. 22).