En la tierra de los versos donde las palabras danzan, Juan Carlos Hidalgo Antigoni, teje sueños con su pluma, desde Lima, su cuna, hasta la tierra negra de Bejuma, donde Carabobo abraza sus letras, se alza su voz, firme y profunda.
Periodista incansable, fotógrafo de instantes eternos, tejiendo historias en el fuego, Antigoni, el poeta de los inviernos. Sus sonetos, como hilos dorados, entrelazan amores y olvidos, y en cada verso, un eco de esperanza, un faro en la noche de los desterrados.
Oportuna fue su llegada a las letras, como un río que encuentra su cauce y en su tinta, la patria y el exilio, la vida, el amor y el desamparo. Antigoni, navegante de la luz, sus versos son faros en la tormenta, guiando a los peregrinos del alma, hacia la patria que vive en su tinta.
Este prólogo es una invitación a sumergirse en las aguas profundas de la poesía de ANTIGONI, donde cada palabra es un eco de la eternidad, y cada sentimiento es un refugio para el alma que busca consuelo en la poesía del amor. Con cada página que se vuelva, el lector se convertirá en inquilino de estos versos, habitando en el espacio sagrado entre las palabras y sus infinitas interpretaciones.
En estas páginas, encontrarás versos que brotan como manantiales, ríos que se entrelazan en deltas de pasión. El amor, ese eterno inquilino del alma, nos guía por praderas verdes y playas estivales. Pero también nos enfrenta a la soledad, al paso inexorable del tiempo y a la incertidumbre de lo que vendrá.
Cada poema es un suspiro, una caricia, un eco en la memoria. A veces, la ilusión se confunde con la realidad, y la verdad se oculta tras los velos de la esperanza. Pero en este libro, no hay adiós ni quizás, solo la certeza de que somos parte de un cauce infinito, donde el amor fluye como un río sin fin.
En la confluencia de la memoria y la esperanza, se erige la poesía de Juan Carlos Hidalgo Antigoni, un canto que trasciende el tiempo y el espacio para anidar en la eternidad del alma.
Este poemario, una colección de susurros y declamaciones, es un homenaje a la vida en todas sus formas, un reconocimiento de la belleza en la cotidianidad y un desafío a la inmensidad del ser. Cada poema es un viaje, un sendero que se bifurca entre la introspección y la universalidad, entre lo efímero y lo perpetuo.
En las páginas que siguen, el lector encontrará no solo palabras, sino también espacios para la reflexión, intersticios donde la mente y el corazón dialogan en la intimidad de la contemplación. Hidalgo Antigoni nos invita a sumergirnos en la profundidad de nuestras propias experiencias, a mirar a través de sus ojos y ver el mundo revelado en su esplendor y su simplicidad.
Este prólogo no es más que la puerta de entrada a un jardín de metáforas, donde cada verso florece con la promesa de una nueva perspectiva, donde cada estrofa respira con la pasión de quien escribe no solo para contar una historia, sino para vivirla. Con cada palabra, el autor nos desafía a sentir más profundamente, a pensar más audazmente, a vivir más plenamente. En la antesala de este poemario, nos adentramos en un universo donde el amor se erige como el inquilino perpetuo del alma.