El libro Plantado por la mano de Dios tiene como propósito ilustrar un panorama claro, con conceptos básicos de la Biblia en donde relaciona a los cristianos con los árboles que necesitan estar plantados en tierra fértil apta para su crecimiento. Igual al pueblo de Dios que requiere estar conectado a la vid principal para florecer espiritualmente, haciendo que nuestra estadía aquí en la tierra sea agradable y placentera.

Para disfrutar de las bendiciones de Jehová, necesitamos ser cristianos en todo tiempo, con trabajo o sin trabajo, en la alegría o en la tristeza, en la abundancia o en la escasez. Es similar al compromiso que se hace al contraer matrimonio, de ser fieles hasta la muerte. Si practicamos la fidelidad al Señor, nos llevará a tener respeto por los demás y nos preparará para enfrentar cualquier dificultad que venga a nuestras vidas.

Así como los árboles sufren las diferentes estaciones del año y sobreviven, también nosotros debemos estar preparados para enfrentar los diferentes momentos que podamos vivir como cristianos, porque habrá tiempos de alegría y de tristeza. Gracias a Dios no todos los días son iguales, tendremos unos muy soleados, otros lluviosos y en otros momentos muy nublados.

Para alcanzar una vida agradable ante la vista de Dios es necesario que como hijos escuchemos el consejo y nos apartemos del camino del pecado, logrando de esa manera deleitarnos de día y de noche, y ser exitosos en sus caminos; como árbol plantado junto a corrientes de agua viva, dando su fruto a su tiempo con la bendición de Dios que todo lo que hace prospera.

Hay que recordar que para Dios no hay nada oculto y que cada quien obtendrá su recompensa, en su infinito amor nos ofrece oportunidades para cambiar nuestras vidas, a través de su sacrificio hecho en la cruz, haciéndonos reflexionar que conoce nuestras debilidades y fortalezas, sin importar el tiempo que nos tardemos en reconocerle el estará atento, para eso es necesario que sepamos interpretar la forma de comunicación de su mensaje y que vivamos conforme al corazón de Dios.
No importa las metas que se puedan alcanzar, si Dios no está en nuestro corazón, ninguna cosa lograda tiene sentido. En Apocalipsis 3:20 encontramos: "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo." Por lo tanto no desaprovechemos la invitación que tenemos de vivir eternamente.