Un thriller que nos pone ante el dilema de saber quiénes somos realmente. El protagonista no ha tenido demasiada suerte en la vida. Es huérfano, tiene un trabajo temporal y está enamorado de una mujer que lo ignora. El destino lo cruza con un sujeto que ha hecho de la marginalidad su forma de vida, que se mueve en el ámbito del hampa y de la delincuencia, al que llaman "El Caries" por tener una boca asquerosamente hipnótica, que abusa de él y lo golpea. A partir de ese hecho, sentirá una mezcla de atracción y profundo rechazo por este personaje, quien lo perseguirá por un camino circular entre el cielo de la justicia y el infierno de la venganza. Sombras en la pared, hace referencia a la relación de fascinación - repulsión que el personaje principal, siente hacia su victimario. Uno es sombra del otro.
Un día, se despierta y siente que el entorno ha cambiado, que los que te rodean son una amenaza y que de entre ellos puede surgir un sujeto que encarna lo más abyecto que se puede reunir, lo más innoble de la condición humana. Es tu contraparte, aquello que destruirías antes de que su aliento te roce, aquello cuya simple contemplación hace que te preguntes cómo es posible que haya podido llegar hasta allí. Destruir ese sujeto que encarna esos valores bien puede convertirse en un objetivo. Al principio es un simple runruneo, un sentimiento de satisfacción de que, por fin, vas a encarar la tarea de tu vida. Después entretienes las horas en planificar una actuación que le haga morder el polvo. Anotas, grabas, investigas, acechas, esperas el momento en el que puedas caer sobre las espaldas de quien se arrastra por las calles y te das cuentas que eso ocupa el tiempo, que encuentras un motivo para despertarte todos los días y llenarlos de tareas. Puede convertirse en una obsesión, algo que decides imitar para poder conocer mejor cada uno de los pasos que da. Sientes la satisfacción cuando piensas que le llevas unos metros de delantera, que puedes predecir lo que va a hacer o adelantarte a las acciones, que lo tienes al alcance de la mano y que solo tienes que decidir cuándo dar el golpe. A veces puede suceder -mejor dicho, siempre sucede- que tu propia figura se va diluyendo, fundiéndose con la de tu enemigo, tu objetivo, y un día te das cuenta que no sabes, dónde acabas tú y empieza el otro.