Uno de los grandes males que agobian al mundo actualmente, es la desesperanza. Una desesperanza nacida de la frustración, propiciada por la gran crisis económica que nos atosiga y que parece no tener solución, por lo menos en el corto plazo. La idea que se nos vendió, avalada por los medios masivos de comunicación, de un mundo globalizado promisorio, con oportunidades para todos, se desmoronó como un castillo de naipes al primer soplo de inestabilidad. Pero esta situación que ahora padecemos, producto de la avaricia y la falta de escrúpulos más ruin que pueda imaginarse, no se dio de un día para otro; se fue incubando, por años, al interior del sistema financiero internacional como un mal bicho que al hacer su aparición de manera intempestiva, cogió a todo mundo desprevenido y sin saber qué medidas tomar para remediar la situación.
Los expertos, emocionados con un sistema económico en expansión, nunca se imaginaron que algo podría salirse del carril desbarrancándose, y arrastrara consigo a la mayoría de los países que participaban en el juego. No pensaron que las triquiñuelas de las que echaron mano, durante tanto tiempo, para enriquecer a unos cuantos vivales, tuvieran un efecto tan expansivo y, por lo mismo, tan devastador, en la mayoría de las sociedades inmiscuidas y por eso mismo, atrapadas irremediablemente en la debacle financiera.
LA OTRA MITAD DE NOSOTROS toca el tema de manera puntual, lo mismo que los temas de la injusticia, la educación, la política (la mala política, que acostumbra sentar sus reales en muchos países en el mundo y de la que es muy difícil desprenderse), la religión y la música; de ésta última y de manera especial, hace una semblanza novedosa y conmovedora de Los Beatles, el genial cuarteto de Liverpool, que influyó de manera decisiva y profunda en el ánimo de toda una generación y que sigue causando expectativas y comentarios en los corrillos discográficos, con una visión original y muy personal del autor. No hay tema de importancia relevante que esta obra no toque y lo hace a través de un lenguaje simple, enriquecido con todo tipo de florituras lingüísticas que no solo lo hacen único, sino completamente comprensible y disfrutable en todo momento.
La obra consta de ocho capítulos y una posdata; cada capítulo lleva por título, el título de una canción conocida de la década de los setentas y nos atreveríamos a decir que pocas veces en la historia de la literatura universal, el nombre del capítulo tiene tanta afinidad con el tema que retrata, pero, y esto es lo verdaderamente importante, los capítulos se podrían alterar, entremezclar o leerse como un ente individual y aún así, no perdería ni su sentido ni su frescor.
De la mano del personaje principal, vamos descubriendo el sub mundo incomprensible, a veces absurdo y hostil, en el que nos movemos constantemente sin percatarnos apenas de su presencia. Vivimos el día a día y los actos que rigen nuestra conducta para con los demás, aquellos que nos son ajenos o extraños son, en el mejor de los casos, de una total arrogancia. En no pocas ocasiones, los miramos con un desprecio poco disimulado, porque los consideramos seres sin valor, objetos que se pueden comprar o vender, insultar o lastimar sin que sintamos culpa por ello. Los valores que regían nuestra conducta, hasta bien entrada la última parte del siglo veinte, se han ido perdiendo poco a poco, para dar paso a una nueva visión del mundo, con enfoques que a muchos nos parecen ruines y perversos.