La autora, nacida en Cuba, vive en Palma de Mallorca, es una prolífera poeta empeñada en descifrar la vida, el amor, las relaciones sociales y personales, con el verso como arma. En este, su segundo libro, destila ternura y pasión en su añoranza por un hombre amante y amado, con poemas nacidos de su fuerza de mujer. Hay poemas con mucha ternura, otros nos preparan el escenario para que el magma ígneo de su fuego interior eclosione y nos salpique con su osadía y desenfado. Porque Ivis es dulzura y es pasión, una mezcla ávida de sueños en un punto exacto del epicentro de su voluptuosa y exuberante esencia.Mujer que sabe lo que quiere, ora es Oshún, la amante poderosa, bañada en miel, dorada por la luna, ora es Atenea, sabia, consejera, guerrera.

A veces me preguntan por qué lo sigo amando y mi respuesta es siempre la misma: yo lo amo... [...]
Que no me ame ya,
que a otras tierras, sus pasos encamine, es un mero detalle secundario...

Ahí, en Los versos de mi amado, romance (libre como ella) que abre este poemario titulado No olvides que te quiero, se muestra la Ivis desprovista de falsos arquetipos, la mujer inteligente que comprende que el amor verdadero es más que posesión de aquello amado.
En Éxtasis fecundo se ofrece a la plenitud del amor con imá- genes de inspirado lirismo:

Se encrespan los estambres, el pistilo en una ceremonia de tambores litúrgica y pagana,

ofrendándome el polen refulgente que me ha de fecundar.

Yo lo bebo, ávida de sus mieses, de la vida que late en su espesura, alzo el cáliz y dejo que me bañe su lluvia de semillas.

Alabado sea el Dios que me deslumbra benditos sus misterios, su dureza
y el delicado modo en que me besa los ojos para abrirlos, los oídos para escuchar su música divina,
de estrellas que se caen sin rasguño, y de perros que aúllan a la luna.

Me arrodillo ante el cetro
y dejo que me ordene cortesana de no importa cuál orden, mientras perviva en mí
el éxtasis fecundo que subyuga mi ser y lo ilumina.

Y luego, por las dudas, quizás a un amor que ya no le corres- ponde, práctica y directa le aclara en A un ingrato:

Si pasados los fuegos
notas que tu deseo se evapora, da la vuelta,
no ofendas, con mentiras, mi ilusión.

Que nadie necesita de lisonjas y no es posible

que un rato de placer llene el espacio vacío de tu amor.

He disfrutado mucho leyendo este poemario de Ivis Acosta Fe- rrer y por ello quiero invitar a otros a que también lo disfruten.
Pero antes de cerrar estas palabras para que se abra el telón de su poesía, quiero compartir unas estrofas de su poema Isla que me han dejado en la piel una mezcla de múltiples nostalgias:

Pasó el invierno en blanco, se cayeron las hojas,
y un día aquel recuerdo se transformó en sonrisa,
el silencio en canturreo de pájaros, el dolor en recuerdo del dolor.

De nosotros
quedó lo más humano:
el brillo en la mirada, el abrazo del parque
(plasmado en una foto inolvidable), los besos y el deseo
de amar hasta morir.

MAITE GLARÍA
Poeta Miami, junio de 2020