Stories of adolescents from the outskirts of Barcelona. Cocktail of love, heartbreak and sex. Bullying, anxiety, petty theft, robbery, spiritism in class and on the street. Desclassed dead end world, sad and happy at the same time. / SPANISH EDITION
Historias de adolescentes de la periferia de Barcelona. Cóctel de amor, desamor y sexo. Bullying, ansiedad, pequeños hurtos, atracos, espiritismo en el instituto y en la calle. Mundo desclasado sin salida, triste y alegre a la vez.
Profesores. Teachers
La situación se fue haciendo muy violenta. Pati ya me había amenazado al acabar la clase, advirtiéndome de que si me atrevía a hacerles un parte estaba perdido. A la semana todo se había complicado. Me preguntaron, como si nada, como curiosidad humana, cuántos hijos tenía; luego me dijeron que me fuera buscando otro trabajo, que me iba al paro. Me daban una opción: que confesara. ¿Que confesara?... qué.
Atracos. Muggings
¡Tira para abajo!, le dijo. Nos cambiamos a las escaleras mecánicas, lo cogimos entre los dos y nos sentamos con él a esperar a que pasara el convoy y se vaciara el andén. Después nos colocamos justo detrás de las cámaras: ¡Rápido! ¡La chaqueta! Se la sacó, volvimos al banco y le devolvimos lo que había en los bolsillos: una tarjeta de metro, unos papeles, dos mil pelas y unos guantes. Y nos quedamos hablando un rato. A que jode. ¡Ya ves! No digas nada. ¡Pero nada a nadie! No me la quitéis, por favor, que es de mi hermana. Si quieres ir a buscarla, ves a San Roque, que es un barrio muy chungo. Nos subimos al siguiente metro y lo dejamos ahí tirado.
Espiritismo. Spiitism
Oye, ¿está bien esta ouija?, un papel con una estrella de muchas puntas y números alrededor. Por qué quieres saberlo? Porque mi hermana, la de once -dice La Calientapollas, o sea la Lorena, a la hora del patio-, lleva un mes haciéndola y quiero saber si corre peligro con esta tabla, porque me parece muy rara. Está mal. Y le hice la nuestra, no sin advertirle de que todo espiritismo es malo.
Buscarse la vida. Make a living
A la semana siguiente me citan en la calle Avenida Primavera, que está más lejos que su puta madre. Más de tres cuartos de hora andando. Voy preguntando por la escuela taller porque no me aclaro. Entro directo porque son las once y ya es la hora. Busco entre lo pabellones: el Pabellón de Camareros, otro de Construcción, hasta que por fin encuentro el de Pintores. La señora de Información me manda para arriba. Ya están haciendo el test. En la mesa hay una carpeta de doble hoja donde te piden tus datos personales, que por qué quieres hacer escuela taller, que por qué ese oficio... para eso tienes un cuarto de hora. Y, luego, la hoja que mata al gato, la del test psicotécnico, que va de una serie de fichas de dominó que te come mucho la cabeza y acabas viendo fichas por todos lados.