La memoria histórica de un país puede ser voluble y cambiante en la medida que su gente atesore o destruya los valores disponibles. El patrimonio cultural esclarece la base de nuestra cultura, su raíz, tanto como el nivel de desarrollo e integración al devenir social de la humanidad. Aportes o desaciertos son analizados y discutidos a través de la información acumulada. Todos conformamos el proceso evolutivo universal, en mayor o menor medida. Destruir, desaparecer u omitir el legado de generaciones precursoras, es un delito, un crimen que afecta la conciencia creativa colectiva. En el caso específico del cine cubano, parte integral del sistema de desarrollo del séptimo arte en Latinoamérica y de la propagación de sus encantos en el mundo; tiene grietas profundas, incapaz de salvarse sino se enmiendan las ausencias. Alimentando la curiosidad, la escasez de información nos sorprende. La cinematográfica cubana tiene casi sesenta años de murmullo porque su voz ha sido desvalorizada. Jamás podremos entender la importancia o influencia de nuestros artistas creadores sí carecemos del material necesario. Desde su llegada en 1897 de la mano de Gabriel Beyre hasta la formación de los inicios de ICAIC, en 1959 pocas y en casos, humillantes palabras resumen la labor de los pioneros del cine, contrastando incluso con los laudatorios enunciados al arte realizado posteriormente. La labor paciente, educativa e histórica, realizada por Rubén de los Santos es un aporte de incalculable valor pues, expande el conocimiento desde la visión de los creadores. Coloca el arte cinematográfico cubano en una escala superior que la mencionada hasta el momento. Los grandes realizadores en el mundo avanzaban en la definición de temas, recursos y estilos que también trascendía a la vanguardia nuestra. El cine cubano de aquellos tiempos, en menor escala de desarrollo también se preocupa por los temas, las escenografías, las tomas. La conclusión final es de agradecimiento obligatorio por el patrimonio histórico mundial. El esfuerzo realizado para llevar el naciente arte más allá de París, dio resultados. No formamos parte del ejército de los excluidos, ni los apáticos. El intento de sostener un desarrollo creciente del cine al servicio de la propaganda, de promover un arte de panfleto ideológico y en oportunidades explorar otros temas, no es un milagro social, tiene sus simientes en un pasado cultural al que le debemos respeto y hoy, con este legado cultural, Rubén de los Santos le rinde homenaje desde su incansable quehacer de historiador cinematográfico familiar y nacional. Amelia M Doval Escritora y Poetisa Cubana.