Una noche.
Un pago.
Una de las experiencias que puede llegar a experimentar un ser humano es la de un deseo intenso hacia otra persona, escenas íntimas recorren cada una de nuestras células nerviosas por probar lo prohibido, lo inusual, de tal modo que maximizamos las posibilidades sin contar las cosas que nos impide alcanzar ese deseo tan inalcanzable.
¡Sí! Eso es lo que llevo sintiendo desde el día que me entregué de una manera extraña a un stripper en la despedida de soltera de mi amiga.
¡Esa maldita noche cambió mis días!
Pagar por sexo desbordó no solo mi vida privada, sino también la laboral, equivocarse es de sabios, pero en mi caso fue de idiotas.
Su mirada.
Mi mirada.
Nunca quise esto, en ningún momento pensé que acabaría embobada por el hombre de los ojos azulados, pero aquí estoy, soñando todas las noches y solo puedo fantasear a distancia, desde el taburete cerca de la barra del local donde su baile es lo único que recorre mi sistema.
Él.
Yo.
Nosotros.
Quizás alguien más.
Una noche alocada en sus brazos y un paraíso ante mis pies mientras tocaba cada extremidad de mi piel. ¿Y ahora? ¿Qué hay de mí?
Me siento perdida.
Con ganas de más.
Desesperada.
Cada noche visito el infierno, el fuego arde y él me quema.
Un stripper muy atractivo, una despedida de soltera y un amor inesperado con la persona no adecuada.
Todo es posible, pero nada estaba claro.
Me gusta.
Me fascina.
Me enloquece...