El arte de narrar adquiere dimensiones inimaginables cuando se propone crearnos una intensa impronta, como en el libro en sus manos. Surge un diálogo silencioso entre el autor y el lector detrás de los diálogos narrativos y las descripciones de sus entornos sensoriales. El lector está pronto a encontrarse con un compendio de narraciones breves que contienen una inusitada historia en tan pocas palabras, hasta cuentos de mayor extensión que mantienen una intensidad tal que los leerá olvidándose del tiempo, de quimeras y aquelarres.Tras la lectura, el gusanillo de la creación literaria quedará en su impresionabilidad, deseando entregarse a la composición de cuentos, pues el presente libro es una gran versatilidad de recursos estilísticos, retóricos y poéticos.Cuando se construye un cuento dentro de los linderos que siempre persigue la perfección, surgen las grandes revelaciones de la humanidad al asociarse con los temas más sensibles de la existencia. Tal es el caso de los cuentos pronto a leer y que le crearán, tal como fue conmigo, una resonancia límbica entre los personajes y usted. Increíble experiencia que pronto compartirá, pues se entiende que esa resonancia de nuestras más profundas identificaciones es con individuos "vivos", pues resulta que en el presente libro se logra con los personajes.En cada cuento se funde la contemplación poética con la acción del movimiento de la prosa. La habilidad escritural del autor le hará sentir en su soledad, pues la lectura es un acto de manifestarnos solos, presencias y voces tan vívidas y vitales como de quienes tratará al interrumpir su lectura.Lo extraordinario: ya nunca verá, oirá y tratará igual que antes de esta lectura, a gente suya en derredor.Si Julio Cortázar dijo que el cuento debe ganar por knockout, mientras que la novela gana por puntos, Gerardo Brauer añadió que no deben pasar siete segundos para que se dé ese desvanecimiento que mantendrá al lector en una constante ensoñación, tal como sucedió con el poeta Arthur Cravan que osó retar al que hubiera sido el campeón del mundo del boxeo, no reconocido por su color de piel, y apenas le duró seis segundos. Pero, como reveló, su desvanecimiento lo transportó al mundo de la ficción y reconocimiento por su osadía. García Márquez se ufanó de nunca despertar al lector de ese estado de ensoñación, y que una simple palabra impropia lo haría, por lo que se dio a la tarea de entregarse a la búsqueda de las palabras precisas. Pues, usted encontrará en su próxima lectura que no hay una sola palabra capaz de despertarlo de ese sublime estado del alma que es la ensoñación, tal como el autor me lo aseguró antes de poner su libro en mis manos para el prólogo.La escritura es una exaltación del espíritu y de libertad, pero ésta requiere de una maestría literaria, lo que ahora muchos autores evaden porque no logran la maestría del autor de este cuentario de talento nato, mucha disciplina y voluntad renovadora. Pero se requiere de ser capaces para ver en cada acto la sublimación de las cosas y su manifestación de vida en cualquiera de sus formas. Porque también esa libertad requiere de una fidelidad al lenguaje y una pasión por la creatividad, tal como Gerardo Brauer me dijo. Y, como también me compartió, el lenguaje literario es lo más lúcido y no lo que ahora lo opaca al confundirse muchos lectores, por individuos que solamente hacen una relación de hechos.Todo lector sabe que el lenguaje está vivo, y como dice el autor, su vitalidad la dota la narrativa, tal como el libro en sus manos, plétora de vitalidad al fundir inusitadas como inauditas historias con la elaboración creativa. Sí, una muy instructiva elaboración con demasiados recursos narrativos que pronto disfrutará, y es la sublimación del lenguaje en su expresión más humana al saberse usted dentro del acto narrativo, o no sería literatura. Christian Matthew Moontrow