¿Para qué sirven las matemáticas?
Es la pregunta a la que a menudo me enfrento. Al principio solía responder que Las matemáticas desarrollan el raciocinio, la creatividad y la abstracción. Pero conforme avanza el nuevo milenio, los estudiantes se contentan menos con esta respuesta

Hace poco me diagnosticaron trastorno de déficit de atención. Ahora se detectan esta y otras patologías a temprana edad, pero cuando yo era niño la situación era muy diferente. Mi escasa capacidad de concentración hizo que adquiriera el hábito de anotar todo

Mi modo de ganarme la vida siempre ha sido en la enseñanza de las matemáticas, por lo que no poder mantener la atención por mucho tiempo es algo que no suma, en especial cuando aparece algún alumno que busca sabotear la clase cuestionando la más mínima equivocación del profesor y a veces incluso, la utilidad de la asignatura que está cursando

En cierto momento entré a laborar a una universidad de las primeras en implementar el modelo educativo por competencias en mi país. Yo desconocía todo cuanto a pedagogía se refería, pues provengo de un sistema de enseñanza tradicional, así que durante algún tiempo me sentí extraviado. Como este enfoque educativo apenas se empezaba a instrumentar en México, la universidad programó una serie de capacitaciones a lo largo de dos años. Logré ser competente en todas y cada una de las certificaciones que nos hicieron tomar. Más me valía que así fuera, pues de lo contrario, tendría que volver a cursar el módulo no aprobado, y entonces me volverían a descontar su costo de mi no muy alto salario

Luego de cuatro años mi entonces jefe, sin mayores argumentos, decidió prescindir de mis servicios. Así es que he estado en diversas instituciones educativas, y he podido comprobar que la mayoría de los directores y coordinadores no comprenden lo que es la evaluación por competencias, por lo que constantemente se contradicen en las indicaciones que dan.

El tiempo pasó hasta que un día ingresé a universidad famosa entre otras cosas, por la ferocidad de sus alumnos con los maestros y la falta de tolerancia de sus directivos. Tras docenas de exámenes para "evaluar" mis conocimientos, me asignaron un curso llamado Matemáticas Discretas

Necesitaba conservar el empleo pero la asignación de cursos se basaba únicamente en la evaluación de los alumnos a los docentes, así que tuve que buscar la manera de capturar el interés de los alumnos, cosa que hice tratando de contestar la pregunta: ¿Para qué sirven las matemáticas? Tomé un cuaderno que tenía a mano y comencé a trazar lo que al final se convirtió en este manual

Durante los tres primeros años mis ángeles alinearon todo: los alumnos que tuve mostraron entusiasmo por aprender y los dos directores de carrera de los que dependía resultaron ser coherentes y amables, lo que me permitió seguir editando el manual. Gracias a eso pude experimentar con los ritmos, inquietudes y necesidades de los alumnos de las nuevas generaciones.

Al inicio del cuarto año la situación cambió. La asignatura que impartía pasó a ser administrada, ahora sí, por una directora sin conocimiento alguno de modelos educativos y por supuesto, sin tolerancia. Un día me mandó a llamar para decirme que un alumno se quejó de que yo le caía mal. Al día siguiente tuve que buscar otro empleo.

Espero que este libro logre contestar, aunque sea en parte, esa pregunta tan común en los estudiantes de hoy en día: ¿para qué sirven las matemáticas?