About the Book
Los Árboles Místicos son una Oda planetaria, cósmica., en 19 partes; algunas partes son en versos libres, otras constituyen endesílabos musicales, y hay sonetos. También la obra incluye otros capítulos, como son Fortuna del laberinto, que son sonetos, La Isla del Hacha, que son versos libros y sontos y poemas varios. La búsqueda de una poesía totalmente informalista, pero musical y donde el lirismo sea constante, constituye el mayor logro a que puede aspirar un poeta del sur de la Rep. Dominicana, para ponerse a tono con lo mejor de la poesía hispanoamericana, en forma original y sublime. Los Árboles Místicos, como su mismo título lo indica, con dos estrújulas, hace uso del acento y sonido de las palabras para crear un poema musical digno del siglo 21. No hay retórica vana en Los Árboles Místicos, sino creación y afirmación del genio del sur en el embrujo del paisa que aprehende el ser complejo ontológico en cada poema que como dijo Huidobro hace que la poesía florezca en el poema. Abraham Méndez Vargas, además de un narrador lírico, muestra aquí que es un poeta fundamental de la Generación de los años 80 y 90, aportando el movimientos de la poesía universal informalista desde la Bahía de Neiba, Santa Cruz de Barahona, aunque ahora ha fijado su residencia en Santo Domingo de Guzmán, la capital de la Rep. Dominicana. Según el poeta, narrador y profesor universitario Alex Ferreras en torno a LOS ÁRBOLES MÍSTICOS, veamos: Naturalmente, guardando la distancia, el poeta neibero, Abraham Méndez Vargas, nos advierte sobre el desenlace negativo que podríamos tener de no reorientar el rumbo que llevamos en la relación con nuestro entorno. El poeta recurre al cosmos, a su "piedra de rayo", y a la naturaleza, esa diosa a la que rinde culto como poeta romántico, a juzgar por la dicción poética que predomina en sus versos (el ruiseñor, el mar y el horizonte, la visión en lontananza, la rosa, el amor erótico pasional hacia la amada y viceversa, entre otras expresiones) en busca de protección en un mundo que se nos viene encima a causa de las monstruosidades que se están perpetrando contra el equilibrio del clima global. En "El jardín de los árboles místicos", el poeta se autoasigna el rol de ser "el apóstol de la poesía" enviado por Dios en su intento por detener esta carrera loca de destrucción de los recursos naturales de forma similar a como los poetas románticos reclamaron ser los legisladores del mundo no reconocidos en su tiempo. "La extinción es aun amenaza grande", nos alarma; "nos acaba el fenómeno de El Niño, / un accidente nuclear, el terrorismo, / o un sida trágico extraterrestre, / o este deshielo del planeta ahuecado, / o el fatal golpe de gran asteroide". "Sea como fuere", alega, "son millones de años / siendo feliz alrededor del sol, / contando tardes y mañanas puras / como la flor, o el viento, o el fuego, / o el amor, o el mar, o la buena vida, / o el triste afán que traen las alegrías. . .". En idéntico tenor, a la piedra de rayo, le canta, "entonces yo soy un alma de crisol, / donde vertió Dios aguas de tu cura" ("Piedra de rayo").El sentimiento del amor está en el mismo centro de Los árboles místicos. . .; aletea con vitalidad en el fondo de sus composiciones. Por lo tanto, Méndez Vargas, como el poeta romántico que es, con una historia individual que contar, busca con ella elevarse al ambiente de muerte, traición y destrucción en que se encuentra. No es casual que apele a la piedra de rayo, "la roca veloz donde siempre es de día / noche de fuego en noche estremecida" ("Piedra de rayo") que sacuda esa noche oscura en que ha caído. Afortunadamente, sus versos han venido a redimirlo de tan amarga experiencia humana y como artista de la palabra.En un mensaje críptico, Méndez Vargas afirma que se necesita una piedra de rayo que sacuda la modorra en que se encuentra un país muerto, donde rige un rey "yeco": "Voy por ciudades de cadáveres fríos / de