Si más bien recuerdo y si mi memoria no me falla, fue durante el año 2040 cuando las superpotencias desataban su arsenal balístico a diestra y siniestra en lo que sería reconocido como la tercera guerra mundial. La más destructiva, la más infame, la más repudiable, la más grotesca guerra que el hombre pudo concebir en contra de su propia especie y el mundo que habitaba. La tercera parte de los árboles y toda la hierba verde fue infestada por radiación. La tercera parte del mar y de sus seres vivientes murieron por culpa de un intento por contaminar el sustento del enemigo. Y finalmente la tercera parte de las aguas dulces, por lo que el agua potable de la tierra se volvió tóxica y amarga.
¡Estas fueron las señales para los creyentes y fieles, que les indicaban el fin de los tiempos! ¡Pero la descarriada humanidad y sus dirigentes, así como sus ejércitos! ¡Sirvientes a un oscuro propósito! Únicamente alzaron sus armas en contra de mi pueblo que se refugiaba del arsenal futurista que los dementes o como eran llamados, los científicos, habían diseñado con expectativas para erradicar pueblos enteros con químicos, virus y radiación. Todos alabaron sus logros, todos aquellos que a salvo al otro lado del ancho inmenso mar que nos separaban, no apreciaban la locura, la desesperación y el sufrimiento que conllevó el uso de tales abominaciones.
-Fui elegido por una fuerza más grande que todos ellos. Ellos no comprenden que han liberado a la bestia de sus ataduras y por la sangre derramada que se filtró hasta el centro de la tierra, él fue liberado y sus hermanos acudieron a la guerra.
Durante mi viaje por las tierras muertas que se encontraban plagadas por millones de cadáveres que se descomponían al aire libre, sin moscas, sin gusanos, sin larvas, pues ni siquiera ellos tuvieron la oportunidad de sobrevivir a tal devastación. Que fue ahí donde lo vi, encima del monte del Templo una figura con cuerpo alargado y músculos de los cuales sobresalían sus hinchadas y palpitante venas de color verde. El me miró y dentro de sus ojos pude apreciar la inmensidad de un cosmos muy complejo que abarcaba toda la comprensión de la materia. En su mano izquierda sostenía una gran trompeta hecha de oro puro y esculpida con líneas que se entrelazaban entre sí para formar todas las figuras geométricas conocidas y desconocidas por el hombre.
-¿Quién soy yo para estar presente ante tal revelación?-le pregunté con humildad, al ver que ese extraño extendió sus alas para enloquecer mi mente.
No me respondió tan solo se mantuvo en silencio y tomó su trompeta para hacerla sonar por todos los continentes y que de esta desatara la destrucción de todos aquellos que tomaron participación en la guerra. Los misiles se volvieron en contra de sus amos y con el simple sonido de la trompeta el mundo cayó presa de la oscuridad.
-Oh Ángel, bendito sea tu voluntad, bendito seas por tu misericordia, dejadme vivir un poco más, te lo imploro. Oh Ángel que anuncia el fin de la tiranía.
El ángel me miró nuevamente y al finalizar su orquesta definitiva en contra de la humanidad, caminó hacia mí lentamente, sus pies tocaron la tierra y al hacerlo la sangre brotaba de ella. Mis piernas perdieron el control y caí hacia el suelo y veneré al ángel como mi amo y señor, él era mi universo, mi todo, mi comprensión de todo lo que sucedía a mí alrededor, sin padre, sin madre, sin hermanos, sin familia, un simple niño que lloraba ante la presencia de un ángel. Me susurró al oído y sus palabras me ocasionaron la más desquiciante visión apocalíptica, yo fui elegido por Israfel.