¿X o Y? ¿Utopía o distopía? En un mundo en el que la muerte se ha convertido en cosa del pasado la respuesta depende de X o Y.
El intentar describir la forma que una sociedad futura puede llegar a tomar ha sido desde siempre uno de los subgeneros más populares de la ciencia ficción, pero a pesar de ello en Laira Clea Saal ha logrado crear una perspectiva refrescantemente diferente.
Que hay algo único respecto a este libro, que se destaca por su minuciosa atención al más mínimo detalle, se hace evidente desde el momento en que el lector se encuentra con el índice. En este libro se describe un mundo en el cual el concepto de 'muerte' ha desaparecido por completo, pero todo tiene su precio ¿Cuál fue ese precio y valió la pena el pagarlo? Estas son dos de las preguntas que, si bien no son respondidas en forma directa, le dan cohesión a la obra.
Una de las cosas que contribuyen a hacer atractivo este libro es la forma en la que la autora se niega a pasar por alto los aspectos más espinosos de la transición entre nuestro mundo y el que habitan sus personajes. El camino de A a B es descrito claramente, como lo son los sacrificios necesarios a cada paso. Es una mirada decididamente introspectiva de una sociedad futura, cosa que al principio puede hacer que el lector tenga problemas al tratar de orientarse, pero esas dificultades desaparecen al cabo de unas pocas página.
En general Laira es una lectura sumamente disfrutable que se aleja de los senderos más conocidos. Desgraciadamente, en un mercado que insiste en encasillar tanto a los libros como a los autores, el hecho de que esta obra sea radicalmente diferente puede dar como resultado que sea pasada por alto.
About the Author: Bajo presión Clea Saal ha confesado que nació en este planeta, aunque insiste en que no está del todo segura de si esa habría sido su primera opción si alguien se hubiera tomado la molestia de preguntarle su opinión. Nació a temprana edad en algún lugar del hemisferio sur, aunque sus padres la llevaron al otro lado del ecuador cuando contaba solo con unos pocos años, y ha estado jugando ping-pong ecuatorial desde entonces. Comenzó a escribir cuando tenía alrededor de seis años y, para molestia de muchos, no ha parado. Sobrevivió a doce años de educación básica (okay, trece, repitió uno) y después, ya sea por tradición, masoquismo o locura, fue por más y eventualmente obtuvo el título de Licenciada en Letras Inglesas. El día en que se graduó la mayor parte de los profesores en su facultad literalmente lloraron de alegría.
Dice que ha estado rodeada de libros desde su más tierna infancia. Los vio, los olió, los masticó, los rayoneó, oyó a su mamá leyéndoselos, y algunos años más tarde, comenzó a leerlos ella misma. Dentro de este contexto el convertirse en escritora le pareció simplemente el siguiente paso en una progresión lógica.