About the Book
Según una antiquísima tradición San Pedro, el Pescador de Galilea, derramó su sangre en Roma el año 67 cayendo víctima de la primera persecución de los cristianos decretada por el Emperador Nerón. La misma tradición asegura que el Pescador fue sepultado en el Monte Vaticano, a la orilla derecha del Tíber. Basado sobre esta tracidión, el Papa Pío XII dio orden secreta de buscar la Tumba de San Pedro bajo la basílica vaticana. Las excavaciones comenzaron en 1939 y duraron una decena de años. El 23 de diciembre de 1950 el mismo papa Pío XII declaró solemnemente, Urbi et Orbi, que sus arqueólogos habían hallado lo que buscaban: la Tumba del Pescador, no así sus restos mortales. Hasta aquí la verdadera historia. "La Tumba del Pescador" parte de estos hechos históricos y conduce al lector por dos senderos de narrativa histórica: el primero de ellos es relativamente corto y hace del lector testigo ocular de cuanto sucedió con los restos mortales del Apóstol a lo largo de la historia. Las excavaciones vaticanas confirman irrefutablemente la presencia de la humilde tumba del Apóstol, pero no solo eso: uno de los arqueólogos papales había conservado, sin darse cuenta de ello, unos pocos gramos de los restos mortales del Pescador. El segundo sendero histórico, largo y lleno de percances, corre desde 1939 hasta el reinado de Su Alemana Santidad, ya bien entrado el tercer milenio. Alberto Terrua, jesuita, uno de los tres científicos papales fue almacenando poco a poco en su casa muestras arqueológicas de lo que hallaban bajo la basílica vaticana. Con el correr del tiempo estas muestras, que Terrua describía minuciosamente, se convirtieron en un verdadero tesoro arqueológico. Una inocente publicación sobre una de ellas en un diario romano en los años Cincuenta desató una desproporcional ira papal obligándolo así, primero al silencio y luego al entierro de lo que se convertiría en "La Herencia de Terrua". Ya en el tercer milenio le toca a Bert Verdaesdonk, catedrático holandés temporalmente agragado a la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, no solo ser testigo, sino también ficha de fuego, de la lucha despiadada entre cuatro o cinco facciones de la Santa Romana Iglesia por desenterrar y entrar en posesión exclusiva del Legado de Terrua. En "La Tumba del Pescador" descubre el lector por qué manos pasa y en qué manos termina un legado que contiene suficiente dinamita histórica para hacer saltar por los aires más de una verdad inquebrantable y más de un dogma irrefutable de la Santa Romana Iglesia. Además de Verdaesdonk son cuatro los competidores que luchan por la posesión de la Herencia de Terrua: José Rovira, un misterioso sacerdote catalán, confesor de media Curia Romana. Sin actuar a nombre propio, a Rovira no le es permitido dar a conocer la identidad de su patrón, ligado como está a él por el secreto de la confesión. Los Legionarios de Cristo, el Opus Dei del futuro, poseen en el mexicano Barragán un verdadero Adelantado del mar de las finanazas: gestiona una enorme empresa que solo en Roma puede florecer, clandestina desde luego y con sus cuantiosas ganancias se compra cuanta influencia necesita en la Ciudad de los Papas. Pero la punta de lanza de las últimas dos facciones la constituyen dos mujeres: la alemana Mona Lisa, antigua guerrillera urbana de la RAF, de corazón de acero, es llamada a Roma a velar por los intereses del Opus Dei. Por último Sylwia Proniewski, la graciosa chica polaca que, aunque posee un alma de pétalos de rosa, no por nada ha logrado convertirse, a solo 38 años de edad, en la mjuer más poderosa del Vaticano.Cada una de estas dos mujeres le tiende a Verdaesdonk una propia red y cada una de ellas lo atrapa a su manera. De cual de las dos no logra escaparse el catedrático holandés, absoluto desconocedor del alma femenina, lo descubre el lector poquísimo antes de que se le haga demasiado tarde.
About the Author: Más bien que mi propia vida, les contaré a mis lectores la historia de la gestación de "La Tumba del Pescador". En 2004 dejé Holanda y me fui a Roma. Me matriculé en la Pontificia Universidad Gregoriana de los jesuitas y obtuve un máster en Historia del Cristianismo. En uno de los cursos se habló a largo de la tumba de Pedro en Roma. El tema me fascinó desde el primer instante. Terminado el curso leí en la biblioteca cuanto libro me cayera en las manos sobre el tema, en la lengua que fuera. Una vez que lo supe todo, me fui a visitar La Tumba del Pescador bajo la basílica vaticana. Lo que vi me partió el alma. Fue entonces cuando decidí buscar personajes para escribir este libro. El primero que hallé fue Verdaesdonk. Siendo el principal hombre protagonista tenía él que ser holandés para poder meterme yo fácilmente en su cabeza. Lo puse a actuar con actores de menor importancia en el libro y de repente apareció Mona Lisa, alemana de pies a coronilla. Habiendo vivido yo bastantes años en Alemania no me fue demasiado difícil retratarla. Solo que cuando ella se dio a sí misma el nombre de Mona Lisa, el más sorprendido fui yo mismo. A Rovira le hallé por casualidad. El sacerdote catalán entra en la escena por la puerta trasera y aunque de vez en cuando sorprende, se limita a defender intereses ajenos. Yo mismo nunca supe de quién. Al cardenal Revazzi lo hallé leyendo los periódicos romanos, a Cienfuegos lo descubrí una vez andando por las calles de Madrid. Le ví yo y me dije a mí mismo: madre mía, los inquisidores todavía existen! Como no podía llamarle Torquemada, se me ocurrió llamarle Cienfuegos, un primo suyo. El mexicano Barragán me lo dio a conocer Alexandra mi entrañable amiga romana que trabajó con él. Siendo perfectamente bilingüe y bicultural, es alemana cuando habla conmigo e italiana con el resto de la humanidad. Yo la quiero y la quiero y la quiero y ella a mí también. Está escribiendo una obra fundamental de millares y millares de páginas sobre Sebastiaan Tromp, un compatriota mío. Por último, Sylwia, la protagonista femenina de mi libro. Me la encontré yo por ahí, merodeando por Roma. Juguetona, de lijerillo paso, de sonrisa clara, la Sylwia de mi novela es un manantial de agua pura que un ángel me regaló para lavar pecados cometidos por otros. Tenía que ser polaca ya que desde años venía yo acariciando la idea de venirme a vivir a Polonia, país desde donde escribo estas líneas a mis lectores. Cracovia, 18 de Marzo de 2015.