Memorias de un solterón es la continuación y culminación de Doña Milagros. En la novela encontramos, por tanto, elementos que caracterizan a las principales tendencias novelescas de la segunda mitad del siglo XIX, entre los que cabe destacar el retrato de la sociedad burguesa, la vocación didáctica de la novela y la centralidad del personaje literario.
Los personajes son la familia que protagonizaba la primera obra del ciclo, don Benicio Neira y sus hijas. Neira es un hidalgo arruinado, que se empeña en vivir con las mismas normas de la clase alta (hijas que no trabajan, búsqueda de un buen marido...) aunque la fortuna familiar los ha empujado ya hacia la clase media.
Para colmo de sus desdichas, su matrimonio fue muy fértil y Neira tiene muchas hijas casaderas (y un único hijo y heredero) con las que no sabe muy bien que hacer. Una de esas hijas es Fe, a la que sus hermanas llaman con muy mala intención Feíta. Feíta Neira es considerada por toda Marineda la más extravagante de las hijas del hidalgo, porque ha leído todo cuanto ha podido y está decidida a ganarse la vida dando lecciones. La historia es contada por Mauro Pareja, el solterón a cuyas memorias se refiere el título, que se decide a visitar la casa de los Neira, decidido a que le sirva de medicina para curarse de cualquier inclinación posible al matrimonio. Sin embargo, sus visitas no salen como él esperaba.
En Memorias de un solterón se entrecruzan dos tramas argumentales:
por un lado, el relato de Mauro Pareja, soltero convencido, que trata de persuadir al lector de los beneficios de una vida alejada del matrimonio, así como relatar su vida para desmentir lo que en Marineda se piensa de él;
por otro lado, la historia de don Benicio, un padre viudo que intenta sacar a su familia adelante, narrada a los ojos de Mauro.