Félix María Samaniego, célebre por sus fábulas, escribió también El jardín de Venus, un libro de poemas eróticos en la España del siglo XVIII. Es una colección de relatos en verso eróticos, humorísticos y de contenido procaz. Sorprende esta faceta ignota del autor de fábulas tan conocidas como las de La lechera o La cigarra y La hormiga.
Así que, frente a una literatura moralizante, la de las fábulas, tenemos, del mismo autor, esta otra transgresora y desvergonzada.
En los poemas eróticos de El jardín de Venus, hay una doble subversión. Por una parte son obscenos porque pintan una sexualidad desenfrenada, pero también son subversivos por evocar una sexualidad prohibida, a la vez inmoral e ilegal. En la mayoría de los casos se trata de relaciones extra-conyugales o sin lazo de matrimonio con profanos o religiosos, como La postema, El panadizo, El reconocimiento, etc.
La presencia del tema erótico bajo cualquier forma de género literario no fue una novedad en las letras hispanas. Sin embargo, en ningún siglo floreció tanto como en el XVIII. A pesar de que el celo de la Inquisición que impidió la edición de cualquier libro que tratara esa temática.
Este tipo de poesía licenciosa plantea, evidentemente, un principio de transgresión de los valores establecidos que no pasará desapercibido a Marcelino Menéndez y Pelayo, quien, en su Historia de los heterodoxos españoles la consideró como
una de las manifestaciones más claras, repugnantes y vergonzosas del virus antisocial y antihumano que hervía en las entrañas de la filosofía empírica y sensualista de la moral utilitaria y de la teoría del placer.