Esta novela histórica está ambientada en el siglo XVII, período en el que reinó uno de los monarcas más poderosos del mundo, Felipe IV (1605-1665).
El autor desgrana con maestría los problemas económicos y políticos que afrontó la monarquía española, con el resultado de incentivar el declive del mayor imperio del mundo, hasta dejar de ser el actor principal en Europa y, posteriormente, con la pérdida de las colonias, en el contexto mundial.
El imperio español se basó, esencialmente, en una economía extractiva, útil para enriquecer a la clase dominante y perjudicial para el resto de la sociedad, que solo pudo aspirar a la simple subsistencia. Despreciar la economía del desarrollo productivo y concentrar la riqueza en muy pocas manos, significó el retraso económico y, en consecuencia, la decadencia.
La deficiente administración pública, los impuestos abusivos a la población, la expoliación de las colonias, las guerras, el excesivo nepotismo, las intrigas, la corrupción y la falta de visión política, significaron el "principio del fin de Imperio".
Con estos ingredientes, la trama de la novela, ágil y fluida, muestra la borrascosa situación del imperio español del siglo XVII, una visión bien diferente entre la libertad económica luterana y el absolutismo católico, con el gran poder de la Iglesia capitaneada por la Santa Inquisición.