About the Book
La pandemia trajo muchas dificultades: dolor, tristeza, ver morir a familiares y amigos. Un tiempo muy duro y difícil, que comienza - según parece - a dar tregua, como si fuera a terminar. Este tiempo - querido lector - coincidió con la partida al cielo de un sacerdote católico, misionero vicentino para más señas, que falleció de anciano; al que hemos querido mucho y que dejó una huella imborrable en nuestras vidas, un buen ejemplo, enseñanzas para siempre. Se trataba de un hombre de Dios, como los hay en la Iglesia, en tantas partes del mundo, pero que tuvimos la suerte de tenerlo cerca, muy cerca de nosotros, en el inicio de nuestra juventud, cuando teníamos 16 o 17 años. Han pasado 40 años desde que lo conocimos. Este es el recuerdo escrito de uno de los chicos de aquella época, que formó parte de una generación que se considera bendecida. Nuestra vida alrededor de la Parroquia nunca tuvo un aire digamos clerical o místico, cada uno de nosotros hacía su vida, como aquella se nos presentaba, estudiábamos, trabajábamos, vivíamos con nuestros padres, jugábamos al fulbito, íbamos al cine, a reuniones de jóvenes y algunas fiestas, nos reíamos a nuestras anchas, éramos felices; asistíamos a la Santa Misa y frecuentábamos los sacramentos y la catequesis. Todo esto lo hacíamos de forma natural, para nosotros esa naturalidad era lo normal. Al paso de los años hemos podido comprobar que, vivir cerca de una persona que ama con todo su corazón a Jesucristo, es algo especial y emocionante. Aquellos que lo vieron y conocieron, abrazaron ese ideal y lo dieron a conocer a otros más. De aquella Parroquia salieron muchas vocaciones religiosas y sacerdotales, pero especialmente matrimonios cristianos alegres (con las infaltables y necesarias dificultades) y otros chicos que, serenamente han vivido su vocación a la soltería y el laicado. Fueron años de alegría y de felicidad, pero no exentos de sufrimiento y llanto, por la partida temprana y súbita de no pocos amigos, que estaban en la plenitud y vigor de su juventud. Todo esto ocurrió en un lugar específico, llamado "El Oasis", nombre que refleja exactamente lo que era aquel sitio: refugio, serenidad, seguridad, paz, gozo, alimento, brisa fresca y lluvia en nuestras manos. El autor es sólo un cronista de algunas de las cosas que sucedieron allí, donde intento describir situaciones, gestos, actitudes, anécdotas, cosas cotidianas, ordinarias, sin brillo. No me ha sido posible captar en su verdadera dimensión lo vivido, aunque ese haya sido mi propósito; no tengo la prosa y narrativa de un escritor porque soy ingeniero; pero he tratado de relatarlo tal como lo recuerdo yo; por ello, cuento las cosas en primera persona y empiezo con una vivencia paralela, para luego contar la de fondo. No obstante, salvando mis limitaciones literarias, lo bonito y maravilloso, es que estas cosas realmente sucedieron y así como nos hicieron bien a nosotros, puede hacer bien a otros. Los relatos normalmente están enmarcados en un arco de tiempo que discurre entre 1980 y 1990, período en el cual participé en mi Parroquia, cerca de él. Ha sido escrita con la esperanza de remover un pequeño y lejano recuerdo, que nos hiciera sonreír en plena pandemia; no siempre lo he logrado, pero aquí está la suma de todos esos relatos que envié por chat: "Historia de un Oasis" Por ello, está dirigida en primer lugar a los chicos de mi generación que ahora nos acercamos a los 60 años, pero también a nuestros padres que nos dieron las primeras enseñanzas de la fe. En un momento dado, me di cuenta que existía la posibilidad de que esto fuera leído muchos años después o en otros escenarios distintos a los de mi Parroquia, para ellos también va este libro que ha sido hecho con cariño, mientras trabajaba en home office, utilizando una pequeña parte del tiempo que antes destinaba al transporte o, durante el período de