Niño con déficit de atención e hiperactividad, pasé de los 5 a los 8 años en una logopeda de conducta. La directora del colegio, me castigaba, me pegaba y amenazaba con llevarme a un colegio interno. A los 12 años me quedé sin amigos y estuve un tiempo yendo a un centro de Boy Scouts para intentar hacer amigos. Mis padres se separaron cuando tenía 4 años. 8 años después, se reconciliaron pero la convivencia era insoportable. A los 14, empecé Maristas donde me humillaban por no tener amigos. Con 15, pasé interno tres semanas en un colegio de Valencia, que fue un calvario. En Maristas estuve hasta los 16 que me fui al instituto. A esa edad (16 años), tuve una bronca con mi padre y se fue de casa. Estuvimos 3 años y medio sin hablarnos. Finalmente acabé el instituto y estudiando para selectividad, me dio el brote psicótico. En 2003, en un viaje a Barcelona, le confesé a mi madre que era gay. Un hecho pasó cuando tenía 8 años, en 3° de EGB. Unos mayores me obligaron a sacar el pene delante de una niña de educación especial. Cuando entró la primera profesora al colegio, le dijeron lo que había hecho pero omitieron que me habían obligado. Estuve medio curso castigado sin salir al patio. Uno de los golpes de mi vida, a parte de la separación de mis padres cuando tenía 4 años, fue la muerte de mi abuela, a los 7. También eché en falta tener un hermano. Mi madre tuvo varios abortos espontáneos antes de nacer yo y, después de nacer yo, mis padres se separaron pronto. Hasta los 8 años fui también a educación especial porque no me podían tener en clase por mi conducta. Reme, la profesora, me castigaba en clase haciendo deberes y me daba estirones de oreja. Tardé en empezar a hablar. Mis padres, preocupados, me llevaron al médico por si pudiera ser mudo. Les dijeron que lo más conveniente era ir a la guardería para relacionarme y estar con niños de mi edad, al ser hijo único. En la guardería empecé a hablar. No hablaba porque no me daba la gana pero era inteligente y entendía las cosas. Me dedicaba a romper los juguetes. A los 5 años, empecé a ir al psiquiatra, María Angustias Oliveras, quien me mandó tomar el tegretol por mis problemas de conducta y me hacía hacer un electroencefalograma cada año. Estuve con el tegretol hasta los 20 años, que me lo quitó y me mandó una medicación para la esquizofrenia (entonces no tenía nada diagnosticado mental). Empecé a tener dolores de cabeza y decidí ir al piso para intentar estudiar la selectividad. No sólo no estudié sino que tomaba pastillas diariamente para dormir y para el dolor de cabeza. Una vez hasta las mezclé con alcohol. Empecé a decir que me perseguían y me envenenaban la comida y no me duchaba ni salía de casa. Fui a un nuevo psiquiatra quien me mandó una medicación nueva y, al poco tiempo, esos pensamientos se desvanecieron pero tardé en hacer una vida relativamente normal. Me costaba leer un libro porque no podía concentrarme o incluso ver la televisión.