Mis pies descalzos empiezan a sentir la humedad de aquel líquido desconocido que se esparce en el suelo.
El olor es repugnante pero me aferro a mi mano derecha que cubre con mucha presión mi nariz, inclusive mi boca para no emitir sonido que me haga ser detectada.
No veo nada, ni siquiera una pisca de luz, solo escucho cada golpe, siento cada salpicadura en mis pies.
¿Cómo no me han notado?
O yo soy lo suficientemente inteligente o ellos son lo suficientemente estúpidos.
Pero, ¿cómo entre aquí?
Les cuento.
Soy una metiche chismosa que mete su nariz donde no la llaman y por curosiar estoy entre la vida y la muerte.
Qué tonta, ¿no?
En los periódicos saldrán reportes que digan:
Joven de diecinueve años de edad es encontrada sin vida en un basurero debido a ser una entrometida.
¿Les conté que también soy lo suficientemente dramática para recrear escenas que posiblemente no sucedan?
Bueno, hablando en esta situación si es una posibilidad.
Al rato y me arranquen la cabeza y la pongan de advertencia para todos aquellos curiosos como yo que tratan de buscar respuestas y entran al lugar donde posiblemente perderán la vida.
Los golpes cesaron y dejé de pensar en mis tonterías.
Me centré precisamente en las voces fuera de donde me ocultaba.
Escuché pasos de un lado hacia otro, luego escuché más cerca los sonidos, respiraciones pesadas e incontrolables.- ¡Necesito más! ¿No lo entiendes?.- una voz muy conocida se hizo presente en ese lugar.
- Debes parar, no puedes hacer lo que se te da la gana sólo porque ya eres Hemaira.- una voz aún más exigente, fuerte y audaz le dió respuesta al chico.
Un golpe fuerte contra alguna madera resonó.
- Necesito esa bebida que prepara Beniamín, es la única que me hace controlar la sed. ¡Traeme una! ¡Ahora!- exigía como si tuviera poder alguno sobre la otra persona.
¿Depredador?
¿Bebida?
¿Beniamín?
Aquellas palabras en definitiva eran confusas para mí.
Escuché como una puerta se cerró y un suspiro pesado se liberó.
Sentía algo en mi brazo, de seguro era una de las prendas que rozaban con mi piel.
Toqué exactamente ahí y...
¡Algo peludo!
Grité, un grito de espanto salió de mi ser y abrí las puertas del armario con todas mis fuerzas, con los ojos bien apretados y dando vueltas por todo lado tratando de quitarme aquella cosa.
Abrí mis ojos lentamente buscando la cosa en el suelo y...
¡Una araña!
Grité aún más cuando de repente, un pie estripó aquella araña con fuerza.
Levanté un segundo mi vista.
Soy.
Una.
Estúpida.
Salí del armario.
¡Por una araña!
Y ahora, estaba frente al ases...
Yo misma silencié mis pensamientos al verlo.
- ¿Anker?.- pregunté, atónita con aquel ante mi vista.
- No tienes idea en el infierno en el que has entrado, Ray.- negó varias veces con una sonrisa burlona en su rostro.
Y efectivamente, mi infierno...