About the Book
La poesía puede crear extrañas conexiones, uniones espirituales, y concatenación de estados de la conciencia. Pensemos en Las Moradas, libro en prosa que escribió Santa Teresa de Ávila en el año 1577, a petición del Padre Graciano, escrito en Castellano antiguo, con el objetivo de, no sólo compartir la excepción de la experiencia espiritual, sino también enrumbar los directrices de la Congregación de las Carmelitas descalzas. Cinco siglos después, más allá de cierto grado de postergación, la poeta Gladys Mendía, (Venezuela, 1975), impregnada por la solvencia estilística y los torbellinos enfáticos logra establecer un místico código para aproximarse a su adorado ícono, para esto ha vertido sus lágrimas, ha disuelto los fantasmas del cansancio, y ha evocado a la santa para atrapar una zona implosiva de su mundo interior. Con esta nueva propuesta la autora de El alcohol de los estados intermedios, cansada de lo somático del laberinto, anticipa su extraterritorialidad para salirse del abismo, de las profundas caídas, y ambientarse en una contextualización con lo sagrado, con el absoluto. Dicho propiciamiento se enclava en el catillo interior de Santa Teresa de Ávila, recorre los "siete peldaños" para esa depuración dolorosa; tránsito para el despojo, prueba dura par doblegar las contradicciones del Ser. Ejercicio para destruir las zozobrantes imperfecciones, y luego darse en ordo amoris, como materia prístina, saneada. Materia de la palabra limpia donde la muerte y la vida cobran el mismo reflejo.Después llegaremos al segundo: período de las Turbaciones, ramificación de esa barahúnda, segundo ensayo lacerante donde hay que resistir los azoramientos. Pasado este trance, arribamos al tercer peldaño: Combates, intersticios de la Trinidad, en esta ofensiva se limpian las malas hierbas del corazón, es la jornada de establecerse de rodillas, de purificación absoluta. De humildad soberana. Seguimos silenciosos y ganamos el cuarto nivel. Peldaño de la Entrega, de la materialización del espíritu, corporeidad con el Uno, estado amorfo de la materia en bruto que se descompone y el espíritu se libera. Luego descansamos y entramos airosos en el quinto recinto. Peldaño de los tesoros y deleites, de los placeres de los Sufíes, de los toques, de los regalos, de la música, y el gozo. De modo compasivo ingresamos al sexto: umbral de las heridas, retorno al sacrificio, manera de recordar que el dolor es una asignatura pendiente en nuestras vidas. El dolor nos facilita comprender los designios, ante él se contrasta el resultado de todas las cosas. Actos y consecuencias. Causas y efectos de nuestro inconsecuente devenir. Posteriormente ganamos el último peldaño: Franja del Encuentro, de la cercanía, recámara íntima para el amor, para el bien, para gravitar emparejados con nuestros semejantes, Era finisecular para la imitación de Cristo. Temporada para la seguridad y la confianza, para resumirnos en el perdón que el amor enhiesta. Para el perfeccionamiento, y el progreso humano. Gladys adquiere armonía, sale del averno, se dispara sola, se libera, desde lo alto del castillo se ha echado a volar. Ha alcanzado la gloria, divisa una ranura, un inequívoco espacio para alejarse de las cosas mundanales, con su simple destrucción adquiere el Satori, iluminación súbita. Llega a la raíz, se evapora en la estrella resplandeciente de la mañana. Después extraña cosa, la imagen se propaga en imagen; decanta su logos. Teresa de Ávila aprueba el libro, asiente, la abraza, y el ángel se la lleva. Vive pues hermana poeta en mística lontananza.Miladis Hernández Acosta.