Éste no es propiamente un libro o método para dejar de fumar, nunca lo fue, sin embargo han sido ya muchísimas las personas, de las que tenemos testimonio, que lo han conseguido sólo con la lectura previa en Internet del mismo. Es por ello que también a ellas les agradecemos sus esfuerzos y testimonios y les animamos a persistir en su nueva vida alejada de los malos humos.
Sí, este libro se empezó a gestar hace 20 años, cuando Internet era sólo manejada por un 3% de personas de habla hispana. Durante un tiempo fue una página web que diseñamos y que cosechó alrededor de un millón y medio de visitas.
Creemos que ningún otro producto ha tenido jamás las oportunidades que ha tenido el tabaco para expandirse y llegar a todos los rincones del planeta Tierra. Y eso a lo largo de 5 siglos. Un cigarrillo ardiendo en la boca de un fumador es la publicidad más invasora, directa, apabullante que jamás pueda efectuarse. Llega puntual, impactando agresivamente sobre todos los sentidos de quien se le acerca o lo apercibe a distancia. Una distancia que hoy día ya no lo es, a causa de los medios de comunicación que instantáneamente te ponen en una pantalla lo que sea.
Esa publicidad que hace el fumador de ese producto, le resulta gratis total al fabricante y al vendedor del mismo. Ni un céntimo cobra el consumidor, ¡más bobo que el pordiosero! Es como quien lleva una camiseta de una marca y no cobra un céntimo por esa publicidad gratuita. Y no sólo eso, sino que ha tenido que pagar por ella un buen precio. El engaño es total.
Es tan invasora esa publicidad gratuita del tabaco que:
- Los ciegos puede que no vean venir al fumador, pero a buen seguro que lo huelen, lo oyen o lo sienten.
- Los hiposmíacos no lo huelen bien pero lo ven, lo oyen o lo sienten también.
- Los hipogéusicos no pueden saborear bien el tabaco y su humo que les llega, pero tampoco lo necesitan, les basta con verlo, oirlo o sentirlo.
- Los hipoestésicos, tienen baja sensibilidad táctil, pero para enterarse de qué va la cosa, no la necesitan.
- Los sordos puede que no lo oigan venir, pero lo huelen, saborean su humo sin saber de dónde les viene, lo ven o lo captan rápidamente porque lo sienten de otra manera.
- Es un impacto de lo más directo, porque quien lo percibe, no tiene ni que agacharse, ni levantar la vista, ni girar el cuerpo ni nada de nada, entra directo a la misma altura de cualquier persona, de cara, de frente, de espaldas, siempre a la misma altura de todos los sentidos propios y ajenos.
- Impacta doblemente en la vista, por los ojos; ver a alguien fumando y ver esos labios sujetando esa cosa alargada e impropia asomando por la boca y, a la vez, ver el humo salir tanto por la boca como por la nariz, es de lo más agresivo. Y la agresividad irritante sobre los ojos ajenos que los vuelve llorosos, puede ser de lo más molesto y desagradable.
- Impacta el humo directamente en el olfato por la nariz ajena que puede terminar estornudando.
- Impacta doblemente en el gusto por la boca. Quien se acerca a un fumador o convive con él, no tiene más remedio que tragar por la boca lo que el fumador expele en mayor o menor cantidad por la suya y su la nariz.
- Impacta en la sensibilidad del tacto por la piel del no fumador cuando se acerca demasiado al fumador. Quizá sea el sentido al que menos impacta, pero también, porque se sabe de sobra cómo se vuelve de correosa la piel del fumador, cetrina, arrugada, vieja, poco apta y poco suave para besos y caricias.
- E impacta en el oído por las orejas cuando, no pocas veces, se oye al fumador toser, expectorar, escupir o respirar penosamente.
¿Por qué cada día, más de 100.000 nuevos fumadores en el mundo se incorporan al vicio, una inmensa mayoría de ellos niños y adolescentes? Simplemente porque lo 'ven' o lo 'huelen' desde que nacen. Sin niños se extinguiría el fumar para siempre.