About the Book
Nos vendieron posibilidades y recogimos realidades. Así es ese Chicago, donde la vida humana parece tener un valor muy relativo, habiéndose detectado cocaína hasta en los ríos. Sí, lo ideal es no establecer un menú cerrado. Porque el arte transmite muchas veces un suceso y un momento clave de la historia bastante mejor que una foto o un título, el cual, podría haber sido: No hay amor más puro que el dinero.Una novela descarnada sobre ejecutivos y empleados, algunos con toques mágicos, de las que agrandan los ojos con gestos de sorpresa, manteniendo la mirada fija ante sí o los labios apretados con expresión despectiva. Auténticas bestias, implacables, y remedio. Gentes que marcan, ensimismadas ante personas ricas y de la más tosca ignorancia. Pudieran ser mucho, pero no lo suficiente como para crear a un ser humano civilizado y forjar una sociedad plural, solida, que les reporte más y más riqueza, tanta como divinidad y victoria. Gentes de clase, a los que Dios no tolera, ¿o sí?Naomi Peterson, hija adoptada de un eminente neurocirujano y presidente del Centro J.M. Peterson, comparte familia y días de trabajo con la clemencia de otros tigres macho que le ordenan hacer, hermanos y hermanas de distinto color y condición. Casi todos médicos, y ejerciendo. Fred Boyle, que hace de CEO, y el calvo, un tal Benjamin Jones, representan argucias, asesorando. Su madre, inválida, comparte con el mayordomo y cocinero (Gordon) sus momentos y hobbies; el padre con Sadie, ama de llaves, como poco. Y mirando en derredor, el resto, como una perra, Ora, un mal disimulado regodeo, no obstante, disfrutaba con los grafitis. Gibson, un escocés, medio novio medio amigo, tendría un montón de cosas que decir, tantas como Andrew, o los militares (eslovenos aclimatándose a los males de altura).Temerosos de perderlo todo, trabajan. Es su condición, lo que les hace peligrosos; se exigen lo máximo. Sí, además tienen la necesidad universal no satisfecha: pertenencias a su otro yo. Por ello que todos sus actos entrañan una elección final a despecho de su complejidad entre el silencio y la voz, no teniendo intención de renunciar a la buena vida.En otra ciudad, quizás no tendrían tanta importancia, solo que ahí Dios les garantiza caer de pie. Hacía décadas que Chicago no volvía a ser esa segunda gran urbe, tercera para algunos. Imagen de Londres para unos, de Washington y Nueva York para otros. La Finca, ese lugar alejado, no tanto, del Centro J.M. Peterson es una extensión más de ese fin y principio sanitario de los Peterson, que antaño tuvo una fea e insípida fachada, y en tiempos, ha ido cobrando una resplandeciente y majestuosa capitalidad, que ni Venecia le envidia.En las paredes y recovecos, Florencia crece, haciendo del centro sanitario algo atractivo, inimaginable, proporcionado a quienes lo frecuentan y regentan. Y, desde las alturas se filtra el sonido de un profundo suspiro vaticano, confuso por hacer algo más que obedecer a su Roma. La amistad ejecutiva ni es familia ni es amistad, sino trabajo. Y los trabajos, requieren de obediencias ciegas muchas veces, decisiones que menoscaban los desarrollos personales. La conciencia social como bien común la manejan satisfactoriamente; las suyas, propias, no tanto. Beben, fornican, engañan, se venden unos a otros, fuman y demás. Cualquier cosa les da la menor utilidad. Hasta hacen vudú. Necesitarían hacerse la cirugía estética para salir de casa, ahora bien, ello es parte de su diván y patíbulo, son ellos quienes ofician la popular medicina.Algunos tienen de sí una doble imagen: como de grandes hombres o mujeres, y al tiempo, de irritables, mandones, excéntricos o viejos. Quizás, hubiera sido preferible decir lo que pensaban; los médicos no pagan ni el café, y el resto de personal sanitario repartiendo sustantivamente. El uso de las armas y el nexo con la vieja Europa, son palideces que ambicionan tanto o más que los adinerados o la dificultad de ahog