Casi todos los dramaturgos del Siglo de Oro utilizaron el tema de la mujer vestida de hombre en sus obras, Lope de Vega, Tirso de Molina, Antonio Mira de Amescua, Calderón, etc.
En Fénix de Salamanca, una comedia de capa y espada, desde el primer acto el espectador sabe que dos de los personajes principales son dos mujeres disfrazadas de hombre. Cada una pertenece a una clase social distinta (señora y criada) y de que sus disfraces obedecen a motivos diferentes:
Doña Mencía busca al hombre que le prometió matrimonio y que más tarde la engañó abandonándola.
Mientras que Leonor, su criada, sigue a su ama en su empresa con más o menos voluntad y no poco miedo.
Doña Mencía, mucho más arrojada y aventurera teme a nada ni a nadie. Las vestimentas de la orden militar de San Juan que se ha puesto son un hábito largo de color negro con una cruz blanca en el pecho, que le otorgan toda la seguridad que necesita para seguir adelante.
Así Doña Mencía decide buscar a su amado y lo hace de la única manera que le permite moverse con libertad y sin dar explicaciones a nadie.
Doña Mencía, es una mujer viuda que ha sufrido un desengaño amoroso. Se han reído de ella, su honor ha sido mancillado y como no tiene familiares masculinos que la defiendan y le devuelvan su honor, tema de capital importancia en los siglos XVI y XVII, decide viajar desde Salamanca a Valencia y posteriormente a Madrid, para encontrar a Don Garcerán, el causante de sus males.
La Fénix de Salamanca es un juego de apariencia y realidad, un elemento característico en las comedias de los grandes dramaturgos del Siglo de Oro.