El propio Jesús expresó a sus discípulos que a ellos les era dado conocer los misterios del reino de los cielos, pero no a todos los que escuchaban sus prédicas, porque viendo no veían, y oyendo no oían ni entendían y, por eso, les hablaba por parábolas.
En consecuencia, sus enseñanzas no fueron transmitidas de manera clara a todos quienes las escuchaban, ni a quienes hoy acceden a ellas a través del Nuevo Testamento. Muchas de ellas, para ser entendidas, deben ser examinadas a la luz de la verdad que, según Jesús, nos hará libres.
Sus predicas revolucionan la idea que abrigamos acerca de lo que somos, de nuestra real naturaleza y de las posibilidades que tenemos al ser hijos de Dios ("...si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible"); de lo que significa ser uno con el Padre ("La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno"); y del cúmulo de lecciones que se encierran en la expresión: "De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos".
La sabiduría contenida en las enseñanzas de Jesús es suficiente para darle un vuelco total a nuestra existencia y descubrir ese "tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla... y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo". Sus palabras, llevadas a la práctica, tienen la capacidad cierta de conducirnos a descubrir y alcanzar nuestra real y maravillosa consciencia Crística (estado de Buda, de Despierto o de Iluminado), a entrar en el reino de los cielos (el Nirvana), a conseguir el descanso para nuestras almas, soltando todo el peso que inútilmente acarreamos en nuestras mentes. Buena parte del éxito en ese camino parte de comprender lo que significa: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame".
Detrás de cada una de sus afirmaciones se encuentran decenas de claves para llevar una vida plena, radiante, asentada en una paz indecible, en la que cada pequeña cosa se experimenta con la alegría y la magia de la primera vez; una vida atravesada y sostenida por el amor incondicional, que es, en últimas, la materia de la que se compone nuestra verdadera esencia.
Quienes buscan el despertar de la consciencia recurren normalmente a las doctrinas derivadas, casi todas, del buda Gautama, porque nadie les ha mostrado esa misma posibilidad a partir de las enseñanzas impartidas por Jesús el Cristo, que aquí se estudian y se profundizan, revelando su insospechado alcance.
En el corazón de sus palabras iremos descubriendo, maravillados, nuestra verdadera esencia, el propósito fundamental de nuestra evolución a través de la materia, el pecado del cual vino a "salvarnos" Jesús; el camino para alcanzar el reino de los cielos, no después de "morir", sino aquí y ahora, aceptando "negarnos a nosotros mismos" (o a lo que creemos ser). En ese recorrido iremos encontrando las increíbles coincidencias entre las enseñanzas de Jesús y del Buda Gautama, entre ellas, la importancia de la meditación (y la oración), de permanecer silentes y atentos, de mantenernos vigilantes ("velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir").