Referente al espíritu hay tantas acepciones en el diccionario que resulta complicado elegir la más adecuada. Para unos se trata de un ser inmaterial y dotado de razón que vive a nuestro alrededor sin ser visto, pero para los creyentes es solamente un modo diferente de referirse al alma racional, el elemento inmortal que controla, informa y aconseja al ser humano. Es, igualmente, ese don sobrenatural y la gracia particular que Dios suele dar a algunas criaturas y que proporciona vigor natural, virtud que alienta y nos fortifica el cuerpo para obrar. Gracias a ello conseguimos ánimo, valor, aliento, brío, esfuerzo, cualidades unidas que definen en ocasiones la inteligencia. Sin embargo, en este libro se hablará solamente del alma de una persona muerta a la que se supone en comunicación sensible con los vivos y, por extensión, a cualquier ser sobrenatural de la mitología o las leyendas, aunque, como designación no se aplica a los dioses ni a los héroes. También tenemos otros espíritus menos importantes, como el espíritu de contradicción, afición habitual en los jóvenes en sus conversaciones con los padres, táctica que muchos adultos lo suelen confundir como peculiaridad en los jóvenes con ideas propias. Estas personas inclinadas a contradecir siempre no tienen un momento de descanso en su trabajo y es igual que usted diga blanco o negro, pues le llevarán la contraria gracias a su espíritu de contradicción.Hay también el espíritu de la golosina referido a una persona muy flaca y extenuada, o el espíritu de sal cuando mencionamos familiarmente al ácido clorhídrico, así como el espíritu de vino, algo así como adulterar un buen caldo con la mitad de agua. Si decimos de una persona que tiene un espíritu fuerte no le estamos halagando, pues nos referimos a alguien incrédulo, escéptico y despreocupado, casi como cuando hablamos de un espíritu inmundo para insultar al propio diablo. Más acertado es mencionarlo como el espíritu maligno, pues al no ser un mortal tenemos que considerarlo como un espíritu, sin que suponga ningún parecido con ese misterioso Espíritu Santo. Aunque todos nos acordamos de rezar a Dios Padre y Dios Hijo, a esta tercera persona de la Santísima Trinidad que procede igualmente del Padre y del Hijo, nadie le dedica ni una mínima alabanza. Otro espíritu no menos importante es el espíritu vital, cierta sustancia sutil y ligerísima que se consideraba necesaria para la vida de todos los seres vivos, y que en la antigüedad decían que se distribuía mediante fluidos muy tenues y sutiles que servían para determinar los movimientos de nuestros miembros. No podemos olvidarnos, finalmente, de esa palmada en el hombro que equivale a levantar el espíritu y que invita a coger ánimo y vigor para ejecutar alguna cosa, lo contrario a ser un pobre de espíritu, clasificación para quien mira con desinterés los bienes y honores mundanos.