Verónica era una excelente joven.
Una muñeca de porcelana.
Bella, suave, curvada.
Y con una sonrisa encantadora.
Buena disposición... y ganas de entrar.
Arcángel era una Mazmorra muy selecta.
No se podía entrar sin invitación.
Pero Jota la vio allí, en la puerta.
Jota era el dueño del local.
Un poderoso empresario.
Zapatos lustrados, traje a medida.
Reloj de oro. Barba perfilada.
Y se encaprichó con ella.
Verónica no sabía quién era.
Su nombre real, su empresa, un misterio.
Pero su pasión por ella era muy real.
Primero debía entrenarla.
Someterla. Cuidarla. Adiestrarla.
Y una vez entrenada...
... debía aceptar quien era.
Quien era ella... su nueva Verónica.
Y quien era él. El verdadero Jota.
Nada es, nunca, lo que parece.
Especialmente cuando tienes algo que ocultar.