Cuba es un país de emprendedores. Gente que ha aprendido a salir adelante con ingenio, pasión y voluntad inquebrantables; personas creativas en todos los sentidos. Gente que tiene un ansia tremenda por la vida y por vivir un poco mejor cada día. La cotidianidad es basta en ejemplos de grandeza humana, pero también ejemplos de abnegación, sacrificio, esfuerzo, coraje, rebeldía, irreverencia, sufrimientos, lejanías y miserias; así como de miedo, resignación, y cobardía. De costa a costa millones de seres vibran de pasión y sueños por cumplir; aplazados quizás por decisión propia o por factores ajenos a la voluntad y esfuerzo mismo de cada persona.

El TCP (Trabajo por Cuenta Propia) hoy más que nunca continúa siendo un terreno de luchas y desafíos; un campo de batalla hostil donde el principal enemigo es el propio Estado Cubano, no el embargo económico del imperialismo yanqui como quieren hacernos creer cual excusa maníaca para no desestructurar ciertos sectores de la economía interna de los que no debería encargarse el gobierno. Con esa justificación se restringe burocráticamente a las pequeñas y medianas empresas particulares, machacando siempre entre dientes que el cuentapropismo en Cuba es prescindible y que, mal necesario del Período Especial, es uno de los hijos no deseados de tal situación incendiaria. Sin embargo, los emprendedores y empresarios cubanos hemos demostrado todo lo contrario, y sí nos hemos hecho imprescindibles para el bienestar económico interno en ciertas ramas de la economía cubana donde el Estado no debe, no puede y no sabe meter las narices.

Esto va de mi experiencia personal como emprendedor en Cuba. Una Cuba embargada externamente y bloqueada internamente. En su interior bloqueada por la ideología comunista isleña importada de los libros de Marxismo, acoplada al criollismo y populismo cubano desde el triunfo de la Revolución en enero de 1959; y en el exterior embargada por las políticas económicas del gobierno de Estados Unidos. El periodo que me propongo relatar abarca desde mediados del año 2016; año en que me inicié en los avatares de las pequeñas empresas, hasta mediados de 2020. Cuatro años marcados por la transición presidencial de Barack Obama, quien suavizara la política norteamericana hacia Cuba y generara un ambiente de abundancia para la economía cubana, al primer mandato de Donald Trump, el cual derogó todos los avances y acuerdos prexistentes a su gobierno, implementando además medidas nuevas con el fin claro y preciso de asfixiar a la Revolución Cubana.

Por qué EMPRENDER A LO CUBANO como título; pues porque nos arrojamos a hacer las cosas con lo que sabemos y tenemos, sobre todo con mucha fe y positividad, nuestras más fieles herramientas. Porque cubanos al fin somos hijos de las circunstancias, el destino y la suerte. Somos gente que vive sin mucha certeza de fortuna al amparo de la marea, y como tal va reacomodando su vida. Seres ingeniosos, carismáticos, espontáneos, bellos e invencibles. Porque una dictadura no ha podido con nosotros, aunque nos desgasta y nos quema, haciendo parecer que nuestra mayor virtud, esa capacidad innata a sobrevivir buscando constantemente soluciones, sea la mayor desventaja para afrontar el verdadero problema.

Porque somos unos improvisadores singulares y humoristas a todo, que para cogerle la vuelta a la cosa nos reímos hasta de nuestros propios males como principal recurso. Porque por naturaleza, y también por esta férrea imposición revolucionaria, el cubano es emprendedor y la inventa del aire, como sea, donde sea y cuando sea. Porque le sacamos música a una lata y un palo como mismo somos capaces de inventar cualquier negocio, como mismo hemos sabido resistir a todo con esta resiliencia que solo nos caracteriza, pero que también nos condena.