Excerpt from El Novelista Blasco Iba�ez

Gran porci�n del arte contempor�neo, si exuberante de vitalidad y pujante de br�o en sus inagotables manifestaciones, lle va un sello de angustia, como contaminado por las amarguras y perplejidades de los graves problemas que han conmovido y con mueven a la Humanidad en los siglos XIX y XX. La literatura contempor�nea lleva clavadas las siete dagas de la Mater Doloro sa cristiana; y el contemplador que la obser va y admira, por fuerza participa de la perturbadora angustia que en la obra se re. Ileja, como surgida al fin en medio de este v�rtigo que nos sacude. La pl�cida sereni dad antigua desvaneci�se por siempre; y s�lo nos es dado ser part�cipes - de ella, ha ciendo abstracci�n, por instantes, del partur bador ambiente que nos rodea, consagran doles algunas horas a los divinos relatos del ciego de Ch�os, a las estrofas de fuego de la extraviada amante de Fa�n, a los-per�odos severos y grandilocuentes del re�exivo his N tori�grafo de la guerra del Pero, descendamos del mundo del re cuerdo al mundo de los vivos. Para muchos varones graves, no es la novela m�s que obra de fr�volo pasatiempo. Mejor es leer la historia; las obras de ficci�n, o no ense�an o ense�an poco. Las novelas, adem�s, objetan, son extensas y ocupan demasiado el tiempo, cuando nuestra �poca reclama que se utilicen los menores instantes de la fugaz existencia. La poes�a l�rica ameniza y la vez se lee sin tomarnos dilatado cepa cio; y si la lectura de la historia verdadera exige que se le consagren largas horas, no es sino con grande provecho del que ad quiere sus datos y es�armienta en sus lec ciones. La historia es maestra de la vida co mo lo es la experiencia.

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