About the Book
Un asesino a sueldo cumple impecablemente sus contratos, teniendo perpleja a la policía, que imagina que jamás le podrán capturar, a no ser que cometa un error. Y, efectivamente, lo comete, pues mata a la persona equivocada, al padre de un verdadero cazador de hombres. Éste, un oficial del ejército, usará métodos nada convencionales, y, por supuesto, ilegales, para encontrar al asesino de su padre.Y cuando lo encuentre... se llevará una gran sorpresa.Aurora se desnudó, y Marino comprobó que era idéntica a su hermana. Al parecer, también comían lo mismo. Estaba bien, aunque, como Aurelia, con unos kilos de más. Cuando estuvo desnuda, él señaló su entrepierna, y dijo: -Si quieres meter algo en la boca, ahí tienes qué.-¿Qué cosa?-Me parece que se nota la cosa.La mujer sonrió. Marino se interesó en las noticias, porque hablaban de algo relacionado con el ejército, las maniobras que se efectuaban cada cierto tiempo. Sintió un escalofrío cuando ella ocupó su boca como le había dicho.-Me parece que este bocado me ha abierto el apetito - dijo.-¿No te ha quitado el hambre?-No hables con la boca llena, que es de mala educación. Marino retiró la cabeza de la mujer, y luego la agarró de los brazos, para colocarla a su altura. Una vez que estuvieron frente a frente, él pasó sus piernas sobre el cuerpo de ella, para colocarse a su espalda. Le pareció más sencillo que andar explicando lo que tenía en su mente. -Y ahora, el segundo plato, antes del postre - dijo, al pegar su cuerpo contra el de Aurora.Empujó la espalda de la mujer con una mano, y sujetó su cintura con la otra, de manera que se doblase y ofreciera el trasero. Y una vez que estuvo lista, bajó la mano que tenía en la cintura, y puso dos dedos ante la vagina, a la vez que con la otra mano dirigía su falo al orificio delantero. Dudó un momento en usar el posterior, pero supuso que ella no estaba para innovaciones. La mujer se estremeció al sentirle dentro.-¿Otra vez? - preguntó-. Yo ya no puedo.-No te conoces bien - dijo él.La apretó contra si, con la mano derecha en la vagina, y la izquierda sobre un hombro. La mujer le sintió a profundidad, y se quedó rígida. Marino supo que él haría todo el trabajo, pero estaba listo para ello. Por tanto, empezó a moverse suavemente, dando fuertes empujones, lentos, prolongados y profundos. Aurora estaba segura de que su hormona estaba satisfecha, pero, como él anunció, no se conocía, y no tardó en acelerar la respiración, y a colaborar echando las antípodas hacia atrás, a fin de que él penetrase lo más posible.-¿Ves cómo yo te conozco mejor que tú?-Sigue, sigue. Y Marino siguió, sin prisa. De pronto, aceleró el ritmo, con rápidas series de unos cinco o seis empujones, para luego regresar a los lentos, y nuevamente la rapidez. Aurora enloqueció, se puso a jadear, y llevó la mano derecha a su pubis, para sujetar la mano de Marino, no fuera a retirarla. Cerró las piernas, y empujó hacia atrás, anunciando que llevaba el orgasmo. Y el de Marino también llamaba a la puerta, por lo que en unos segundos ambos explotaron al unísono, confundiéndose los jadeos, el sudor copioso de ella con el incipiente de él, y los fluidos que ambos aportaron.