Alba lo había tenido todo.
Una familia rica.
Una vida de lujo.
Una educación de ensueño.
Nadie dejaría una vida de ensueño.
Alba, tampoco, lógicamente.
Alba fue una niña mimada.
Ahora, adulta, una hija de familia rica.
Acostumbrada a salirse con la suya.
Consentida, y siempre entretenida.
Por supuesto, nunca tuvo suficiente.
Y nunca, nadie, fue suficiente.
A sus 21 años, aún era virgen.
No por falta de oportunidad. Ni de ganas.
Por falta de disciplina.
Alba no quería un chico cualquiera.
Ella quería un hombre de verdad.
Un amo que le diera lo que quería.
Placer. Lujo. Ensueño. Perversión.
Y a la vez, entrega, restricción, control.
Quería ser su juguete. Su esclava.
Y eso iba a tener. De un modo u otro.
Fue por su 21 cumpleaños.
Legalmente, ya podía ir allí. Diabala.
La mazmorra de Nueva York.
Y su entrada, fue triunfal.
Con apenas ropa.
Unas tiras de cuero, quizá.
Y ahí estaba él. Arthur.
Multillonario, extravagante, y solitario.
Esperando a la candidata perfecta.
Esperando a Alba.
Poco sabía Alba, sin embargo.
Poco sabía sobre quién era Arthur.
El peor enemigo de su padre.
Algo accidental. Pero importante.
Sobretodo hizo de Alba su esclava.
Una esclava feliz, lujuriosa, entregada...
... pero con verdaderas consecuencias.