Gerardo Brauer basa la poesía de este siglo que inicia un nuevo milenio, en dos pilares: un poder sugestivo a través de la imagen, y una fuerza expresiva a través del lenguaje. Él lo cumple con su legado que ahora nuestras manos sostienen para una lectura que cautivará y nos asomará al mundo del poder de la subjetividad que es el de la poesía, trascendida a nuestros sentidos por esa magia que sólo el idioma español puede hacer, y que el autor ha llevado a los límites de expresividad subjetiva y sugestiva.No es menester mencionar los nombres de los que estuvieron detrás de la inspiración del autor, pues es una diletancia más para el lector, develar el misterio de quienes lejos de la vida, regresan a nosotros a través de estas elegías.Conozco bien la vida de mi paisano, el único fuera de esta tierra americana, y que está condensada en un hálito poético en su poema dedicado por el autor. De todos ellos, coincide una vida ciertamente trágica al igual de intensa y fructífera en la poesía. Sólo los dos últimos grandes poetas mexicanos, muertos en la década de los noventa, son los que llegaron a una tercera edad, pero su desenlace fue acrecentado por ese espíritu impresionable que atempera a todo poeta.Mi profesión de psiquiatría me ha permitido sumergirme a esos insondables lugares de individuos que son consumidos por el portento de su mente privilegiada en muchos rasgos, pero atormentada al vilo del latente suicidio. A diferencia de los últimos mencionados, todos los homenajeados por el autor tenían algo en particular; creo develar así el misterio del título: Poetas de Labio Endrino. Particularidad de quien sobre su pecho orada una oquedad (endrina), y por ahí el alma se les escapa, como dice el autor. Uno habló de la muerte, y ésta lo acoge en la plenitud de su obra y no más allá de una edad madura; otro, se arranca la vida por una inteligencia punzante que aguijoneaba su frágil estabilidad emocional. En otro más, la culpa que carga siempre la sobrevivencia no pedida, lo arrojó al río Sena, donde en el fondo los rostros de su familia le recibían con la satisfacción de que ese hijo o hermano haya huido del holocausto a diferencia de ellos. Pero el poeta en vida, veía en cada rostro viviente la acusación de su ventura, y los rasgos retorcidos de sus familiares por la exacta máquina crematoria. Las muy bien logradas aliteraciones y el poder de la eufonía de los versos del autor nos crean sublimes sensaciones. Poderosas herramientas de la poética que se han perdido al enmascararse una prosa banal, haciéndonos creer que es poesía. Afortunadamente hay poetas como Gerardo Brauer que construyen versos de gran profundidad filosófica y evocativa de la elegía. Confirmará usted lector, como yo, que esa profundidad es mayor que la propia historia de las cosas. Quedará asombrado de la unión de palabras que nunca supusieron estar juntas, ni siquiera en la mente de los mismos grandes poetas homenajeados. Lo que dota de excelsitud al presente libro. Pues muchas de sus palabras van más allá de esa conjunción hasta fundirse en un misterio que quedará así para nosotros: en la simple eufonía y sonoridad de los versos sin revelarse, haciéndolo perenne materia lúdica y recordante para nosotros. Si Paul Valéry dijo que los dioses dan el primer verso al poeta, que lo proseguirá en una inmortal estrofa, hasta concluirse en un poemario, el autor del presente libro nos obsequia los mejores versos que usted habrá leído, para proseguirse no solamente en papel sino en su vida misma. Llegaremos usted y yo a ese intento de aproximación a lo absoluto por medio de los símbolos, pues toda imagen poética es una trasmisión simbólica. Y encontrará en el presente poemario el mayor número de símbolos a partir de imágenes poéticas, que sólo el autor pudo haber construido para nosotros.Así, todos y cada uno de los homenajeados, nos muestran su silente labio endrino cargado de palabras nuevas, pr