Sarah era una muñequita de porcelana.
Una joven y excelente sumisa en potencia.
21 años, curvas de infarto, pelo de seda.
Labios de miel, actitud servicial, sonriente.
Entregada hasta el extremo.
Y deseosa de encontrar un amo a su altura.
Lo necesitaba, tanto como respirar.
Alguien que diera sentido a su vida.
Alguien a quien amar.
A quien servir.
A quien obedecer.
Arthur era un amo respetado en la mazmorra.
Pero también era un hombre misterioso.
Su vida privada era un total misterio.
La realidad, es que era peligroso.
Un empresario de día... y mafioso de noche.
A su alrededor, la vida de todos estaba en riesgo.
Y sin embargo... deseaba a tanto.
Pero, ¿lo bastante como para decirle la verdad?
¿Y para ponerla en peligro?
¿Y para protegerla?
Pero por supuesto, si era el caso...
... debería entrenarla a conciencia.
En todos los sentidos.