Ana tenía una fantasía.
Pero por tabú, no podía hablar de ella.
Ser forzada... consentidamente.
Sentir que la tomaban, sin piedad.
Sentir que un hombre la atrapaba.
La secuestraba. La retenía.
Que la usaba sin miramientos.
Y que tomaba lo que deseaba de ella.
Pero para ello, necesitaba un voluntario.
Alguien en quien confiar.
Alguien con quien pactarlo... que le gustara.
Y ahí entraba Marcos.
Marcos era un amo local.
Asiduo a la mazmorra de la ciudad.
No habían jugado juntos antes...
... pero aquella iba a ser la primera vez.
Nada como acabar secuestrada en el bosque.
Nada como acabar atada al radiador el sótano.
Nada como ser usada en la ducha, esposada.
Y nada como alguien de confianza para hacerlo.