Hasta que leí este poemario, desgarradoramente conmovedor, yo pensaba que sólo había una forma de morir: uno se muere, y no hay mucho más (ni menos). Sin embargo, al internarme en esta que yo quiero llamar "confabulación del filo" de Jacqueline Loweree, he aprendido (me ha golpeado, me ha sobrecogido) caer en la cuenta de que se muere, al menos, de dos maneras: una, mamut gigantesco que avanza por el camino de nuestro futuro hasta el topetazo final, lento, calculado, incluso previsto; y la otra, espectacular sin espectáculo, tajo explosivo, cañón definitivo y desdeñoso por implacable. El plomo y la pólvora. El lector encontrará aquí ambos modos del padecimiento y la belleza. Pero, a pesar de las peonías muertas, de la podredumbre del amor, de las ubres inexistentes (en uno de sus tantos momentos magistrales, Loweree inquiere: "¿Para qué pedir / beber / cuando la ubre hinchada / fue sólo / el anhelo / del potrillo / en un desierto?") del desengaño invasor, de la crueldad de la ternura, de la violación de la libertad, de la cera derretida de Ícaro, también quedarán, tras la alquimia de esta poeta que ha mirado al sol cara a cara, el espacio para la vegetación futura, la verdad de la bipolaridad entre edén y averno y, sobre todo, por la misma escalera que lleva al cielo y al infierno, poemas redondos como balas. Qué pavorosa delicadeza. Qué soltura de cadenas. Qué poeta.
Until I read this heartbreaking and deeply moving collection of poems, I thought there was only one way to die: you die, and that is it (no more, no less). However, delving into what I want to call Jacqueline Loweree's "confabulation of the blade" I have come to realize (it has struck me, it has overwhelmed me) that one dies, at least, in two ways: one, a gigantic mammoth that inchesalong the path of our future until its final, slow, calculated, and even, anticipated crash; and the other, spectacular without the spectacle, explosive slash, definitive cannon disdainful by its implacability. Lead and gunpowder. The reader will find here both forms of suffering and beauty. But, despite the dead peonies, the rot of love, the nonexistent udders (in one of her many masterful moments, Loweree queries: "What's the use of asking / to drink / when the swollen udder / was only / the longing / of the foal / in a desert?") of invading disillusionment, of the cruelty of tenderness, of the violation of freedom, of Icarus' melted wax, there will also remain, after the alchemy of this poet who has looked the sun in the face, space for future vegetation, the truth of the bipolarity between Eden and the inferno, and, above all, on the same staircase leading to heaven and hell, poems as round as bullets. What dreadful delicacy. What liberation from chains. What a poet.
PEDRO LARREA